*Para el creyente el ateísmo es un misterio; pero la creencia es otro misterio para el ateo. Por eso es preciso intentar comprender a ambos. En este sentido, resulta muy significativo que en el texto conciliar citado no se omita, antes se indique, de manera clara y explícita, la incoherencia de tantos cristianos, como argumento para explicar el ateísmo contemporáneo. Por eso no me he equivocado en el título del presente texto: los cristianos también están muchas veces tras el ateísmo y no sólo frente a él para discutirlo. En efecto, su responsabilidad no es pequeña, señala el Concilio, por cuanto muchas veces se ha descuidado una auténtica formación religiosa, se ha presentado la doctrina de manera defectuosa, en otras ocasiones, e incluso asistimos, más frecuentemente de lo que sería deseable, a una falta de testimonio en la vida moral y social de los propios creyentes.
*Ante estas deficiencias enseñadas, o frente al escándalo de una vida que contradice la verdad anunciada, la Iglesia no puede menos que ofrecer la incansable oferta de la Verdad de Dios: sólo Él es la respuesta definitiva ante los interrogantes permanentes que en el corazón del hombre no dejan de surgir. Dios es la respuesta plena y totalmente cierta en quien reposa nuestra mente, que busca infatigablemente la verdad, y en quien se sacia nuestra voluntad, que anhela un bien que nos otorgue la auténtica felicidad.
*Por eso, no puede renunciar a su misión de exponer, de manera inteligible y adecuada para el hombre moderno, la verdad de su doctrina acerca del hombre y acerca de Dios. Una exposición íntegra y accesible de la fe, acompañada por el testimonio coherente de los creyentes, dispuestos incluso al martirio por confesarla, se erige en la condición imprescindible para que otros crean o, cuando menos, para que se sientan interrogados sobre la fe.
*El testimonio de los santos, de los creyentes que viven su fe (en medio de sus propias limitaciones y debilidades), siempre ha constituido un auténtico camino que se muestra a los ojos de cualquier espectador, atrayendo su mirada interrogante hacia el descubrimiento salvador. El equilibrio de su espíritu, de su sabiduría y la fecundidad de sus obras en el conjunto amplio de sus virtudes, corroboran la adhesión de su fe. Por eso una imagen, que encarna la palabra, también aquí vale más que mil palabras (o al menos las confirma).
*Puede que la prueba del testimonio vivido no satisfaga a quienes buscan argumentos demostrables, o evidencias apodícticas e irrefutables de razón. Pero está claro que la experiencia de una vida que no se explica sino por referencia a Dios, y que está dispuesta a jugárselo todo con tal de no perderlo a Él, resulta en nuestros días, aunque sólo sea como signo, sumamente valiosa y necesaria.