RAZONES DE LA FE: Algunos dicen que el hombre ha inventado la idea de Dios
*El principal representante de esta postura es L. Feuerbach, pensador materialista del s. XIX que sostiene ya, de inicio, la no existencia de Dios. En tanto que pensador amigo del ser humano se dedica a desvelar el origen perverso de la idea de Dios, para mejorar así las condiciones de su vida. El hombre porta, dentro de sí, unos valores e ideales sumamente nobles, pero por lo mismo, imposibles de alcanzar. Sin poder renunciar a ellos, tampoco está en su mano el poder satisfacerlos totalmente. Por eso, y como vía de escape, el hombre encuentra en la proyección externa y trascendente de aquellas cualidades la solución a su conflicto interno: el conjunto personificado de todo lo que al hombre le falta, pero que anhela inevitablemente, es lo que llamamos Dios.
*Proyección fuera de sí, lo es también por encima de sí: Dios es algo distinto pero superior al mismo hombre, lo que justifica su postura de adoración y reconocimiento. El hombre queda como fuera de sí, enajenado de sí mismo, por el servicio a una realidad “divina” que él mismo ha creado para ser salvado de su paradoja interior. Con ello, la situación a la que se llega es más desastrosa que la anterior. Esto provoca en Feuerbach, hace tiempo, y en muchos otros, en nuestros días, el deseo de arrancar de la mente humana semejante alienación.
*El hombre se ha de volver sobre el hombre mismo y, admirado de cuanto es, adorar la misma humanidad. La teología ya no existe; en adelante la ocupación noble del hombre será la antropología. Y ésta el camino para que el hombre encuentre la felicidad deseada. Si lo único que existe es el mundo material, lo que cuenta es el hombre y que este se olvide de cuanto le evade eludiendo su propia responsabilidad, para centrarse en su propia experiencia de una vez por todas. El materialismo originario de Feuerbach significa una reconciliación del hombre consigo mismo, el cual, rechazando toda patria celestial, se reconcilia también con la realidad y la naturaleza material que le envuelve, la cual es su auténtica y definitiva patria.
* Para muchos pensadores de este tipo, reductores de la realidad humana al alcance de sus manos, la única posibilidad para que el hombre pueda vivir contento, lejos de la angustia que le aporta un deseo eternamente insatisfecho, estriba en recortar el horizonte de ese mismo deseo. Si el hombre no quiere reconocer que su búsqueda infinita está destinada al absurdo (o a Dios), debe proporcionarle un objeto a su medida humana: la Humanidad y su mejora será la nueva deidad. Dios, sobre todo el de los cristianos, no es sino el conjunto de los deseos insatisfechos del hombre proyectados en una falsa trascendencia. En realidad, es el hombre el dios del mismo hombre. El hombre ha adornado a Dios con los tesoros de su propia interioridad indigente.
*Humanismo radical e inmanente, antiteísmo (más bien que ateísmo) y crítica final a toda religión, son los tres elementos básicos de este pensamiento. Aunque algunas de sus afirmaciones describen perfectamente la situación del hombre actual, sin embargo su pensamiento no se adentra para dar razón filosófica del porqué de la sed de eternidad o de infinito en el corazón del hombre. Dibuja a Dios como una proyección pero no aborda el origen de dicha proyección: por qué el hombre no se contenta con esta realidad y busca “proyectar” su propia existencia siempre más allá.
*Su crítica al cristianismo –y al Dios de los cristianos-, compartida por otros como el mismo Marx, que veremos, responde a una ideología prejuiciosa, a un conocimiento indirecto o de oídas. El cristiano verdadero no se distingue por buscar en el cielo una especie de recompensa, un consuelo egoísta para cuanto aquí añora y no posee. Aun cuando el deseo y ansia de felicidad desempeña un papel importante en la religión, de ahí no se sigue que su objeto sea falso o una mera creación de la imaginación humana. Ciertamente una cosa no existe, sin más, por el hecho de que uno la desee; pero no se puede afirmar, por lo mismo, que una cosa no pueda existir porque se la desea. Y aquí reside uno de los principales errores de Feuerbach: a nuestra experiencia personal psicológica puede responder una cosa real, y a nuestro deseo de Dios puede responder también un Dios real.