* El dominico Nogar, hombre de ciencia, no habla propiamente de un cristianismo radical sino de la evolución. Su libro The Lord of the Absurd (El Señor de lo absurdo) narra su propio itinerario personal, desde la incredulidad de las ciencias hasta la experiencia de la fe. Se distancia, sin embargo, de ese cosmos ordenado que el evolucionismo científico (de T. de Chardin, por ejemplo) ha descubierto como el proceso que conduce a la mejor comprensión y coherencia del universo. El de Nogar es un universo donde reina el azar, el desorden y el terror, donde ni siquiera Dios viene a poner un poco de orden, porque el fracaso es una posibilidad, y el absurdo de la cruz una realidad.
* La verdad de la historia también está impregnada de indeterminismo y contingencia, para Nogar. El error del cristianismo ha sido, según él, aferrarse a esquemas rígidos del pasado, para salvar el orden, pero con el riesgo de perder la libertad. Y esto lo ha alejado de los hombres de hoy. La fe no está libre del riesgo y la inseguridad. La historia discurre por caminos oscuros y tortuosos. Es la evolución la que ha matado a ese Dios antiguo del orden que juega con el mundo y con el hombre en medio del mundo. Si nuestra cultura es atea es porque ese Dios, tanto tiempo confesado y defendido, no puede vivir en la realidad de nuestro tiempo, ni de nuestra historia. Dicho con una metáfora: los hombres han construido un puente para salvar la corriente, pero el curso del río ha cambiado su rumbo y el puente ahora resulta inútil y superfluo; sólo queda vivir (nadar), en tanto los intelectuales piensan cómo levantar un nuevo puente para salvar la realidad.
* Todos estos problemas exigen, a la hora de ser estudiados, una maestría que pasa por el dominio de distintos niveles y competencias. El teólogo que quiere aportar algo a este diálogo tendrá que moverse en el encuentro de diferentes disciplinas. El hecho de que la razón haya aprendido a reconocer los límites propios de la fe –y viceversa- no significa que hayan entablado entre ambas una fecunda conversación. Se requiere una actitud auténticamente creadora, salvados los prejuicios y opiniones de escuela, para que ese diálogo sea fecundo y aporte algo a su visión del mundo.
* Se impone, pues, hoy en día un ambiente de dialogo recíproco y reconocimiento mutuo. Un propagandista, un apologeta, podrá defender una pretendida objetividad, pero en ningún caso servirá de puente para la comunidad. La censura debe dejar paso, si no lo ha hecho aún, a una iluminación mayor; el anatema ha de ser sustituido por el reconocimiento de la diversidad.
* Para Nogar, el ateísmo está en el aire que respiramos en la actualidad, pero no encerrado en unos límites precisos y determinados. Con ello, también él encuentra la oportunidad de una purificación interior de la propia fe, llamada a liberarse de antropomorfismos y expresiones apologéticas demasiado fáciles. El ateísmo, piensa, nos ha hecho caer en la cuenta de no pocos errores mantenidos: Cristo no es propiedad ni de un sistema moral, ni filosófico, ni social o cultural. Ya no se trata de discutir sobre la existencia de Dios, sino sobre el modo de su presencia. Y, en este sentido, los argumentos de la filosofía cristiana tradicional no valen, pues defienden a un Dios trascendente, pero lejano y no comprometido con el hombre y el mundo real.