*Decíamos la vez anterior que, gracias a las perfecciones que encontramos en las cosas que nos rodean, podemos sospechar cómo es Dios, la causa primera y el origen absoluto de todas ellas: en él se deben dar todas esas perfecciones pero sin las limitaciones con que las descubrimos en nuestro mundo, sino en su grado más pleno y eminente. En unas ocasiones las podemos enunciar en positivo, como cuando decimos que Dios es uno, bueno o la verdad suprema; otras veces nos tenemos que conformar con decirlas pero negando lo que sería alguna deficiencia, como cuando decimos que Dios es infinito (no limitado), inmutable (no cambia) o eterno (no sometido al tiempo). Vamos a comenzar por analizar de una manera sencilla, espero, las primeras para terminar después con las últimas.
*En la profesión de nuestra fe afirmamos: Creo en un solo Dios… Pero, ¿qué significa esa expresión que repetimos todos los domingos e incluso en otras circunstancias determinadas de nuestra vida? Acerca de la unidad de Dios hemos de aclarar dos cosas: cuando decimos que Dios es uno, tenemos que entender que es indiviso en sí mismo, o sea, que es perfectamente simple; pero también debemos pensar que Dios uno significa único, o sea, que no hay más que un solo Dios.
*Cuando cogemos un juguete o usamos una herramienta, decimos a veces: “esto no se separa, es una sola pieza”. Pues algo así sucede con Dios. Decir de Dios que es uno o simple significa afirmar que no tiene ninguna composición, que no tiene partes que se añaden o se pueden dividir, como sucede con las demás cosas de la naturaleza, incluidos nosotros los hombres. Por supuesto no tiene composición de partes cuantitativas, porque en él no hay materia alguna, es espíritu puro. Pero tampoco hay composición de aspectos o dimensiones de tipo inmaterial, como las que tenemos nosotros entre nuestras facultades y los actos que con ellas hacemos, o las muchas posibilidades que tenemos y lo que de verdad realizamos. En nuestra inteligencia tenemos muchas ideas diversas, e incluso nuestra alma misma ha sido creada, pero no existe desde siempre ni por necesidad, sino que es obra gratuita del amor de Dios. Nosotros podemos tener cambios de lugar o incluso cambios por dentro. En Dios su ser íntimo es absolutamente simple. Dios es (Yo soy el que soy, que le dice el Señor a Moisés) y tiene toda la perfección del ser, lo mismo que toda la perfección de la unidad. Dios es necesariamente como es y lo que es: no podría ser de otra manera, ni tampoco dejar de ser. Dios vive desde siempre y para siempre sin sufrir alteración alguna.
*Pero decir que Dios es uno significa también confesar que no existe más que un principio creador, que no hay más que un ser absoluto y soberano, es decir, que Dios es singular, único e irrepetible. Las vías o argumentos de la demostración de la existencia de Dios nos han conducido a descubrir un Primer y único motor inmóvil, una primera Causa incausada, un ser absolutamente Necesario, Dios infinitamente perfecto y única Meta final de todo cuanto existe. Pero su propia perfección, eterna e infinita, implica que no se puedan dar más seres de la misma naturaleza, pues en ese caso uno tendría alguna perfección o aspecto que no se encontraría en los demás; y si todos fueran idénticos, entonces eso equivale, en el fondo, a decir que es el mismo.