Leyendo el otro día un libro me salió al paso la expresión “teología de la muerte de Dios”. Aunque su auge es de hace unos años, el tema me parece interesante. Creo que no es perder el tiempo dedicar algunos
* Según la Ecclesiam suam, de Pablo VI, el ateísmo priva al orden racional del mundo de sus bases auténticas y fecundas, introduciendo en la vida del hombre, más que una solución, un dogma ciego que la degrada. Dogma ciego
* Hemos afirmado, de una y otra forma, que el hombre conoce a Dios, que es propio de la condición humana la apertura radical y ontológica al misterio de la trascendencia: a ella se inclina por naturaleza, y en ella
* El fenómeno del ateísmo, que hemos comentado señalando algunas de sus causas, ha dado lugar a un profundo nihilismo moral y epistemológico, o sea, antropológico. La negación de los valores tradicionales, que se desprende de la filosofía de Nietzsche,
* Aunque el “piadoso” Kant no fuera ateo, sí negó la posibilidad de la razón para llegar a la afirmación de Dios, juntando de alguna manera un ateísmo racional con un teísmo voluntarístico. De él viene la idea de la
*He oído decir que el panteísmo es el error filosófico (a propósito de Dios) más próximo al cristianismo. Y tal vez sea así, por la parte de verdad que contiene. Pensemos en el conjunto de creencias, orientales sobre todo, que
* Partiendo de esa pregunta –que no podemos dejar de hacernos, o que incluso otros nos hacen-, y que suena así: ¿Tiene el cristianismo algo que decir al hombre y al mundo de hoy?, intentemos recordar algunas afirmaciones que conviene
*En efecto, no vale con desautorizar sin más las posturas de quienes niegan o ridiculizan la fe en Dios. Al dinamismo intrínseco de la propia fe corresponde buscar razones y motivos para que su adhesión sea lo más personal posible.
* El ateísmo reciente, casi ambiental, parece haber dado la espalda incluso a la formulación teórica y haberse echado, sencillamente, en manos de una cómoda postura de indiferencia. El problema de Dios, en otro tiempo central en la especulación filosófica,
*Todo hombre desea, por naturaleza, ser feliz. No conozco a nadie que en las intenciones por las que obra o deja de hacerlo, se encuentre la pretensión del dolor, como tal, de la infelicidad o la amargura, porque sí. No.