*Al hablar de las relaciones del mundo con Dios algo dije, brevemente, sobre el ateísmo. Quisiera retomar la cuestión para ahondar un poco más en este tema, porque es un hecho cierto que asistimos a un crecimiento de sus expresiones. Antes de analizar las diversas tendencias que aúnan y definen las posturas ateas de nuestro tiempo, con alguna alusión a sus máximos representantes, prefiero comentar alguna noción de tipo general.
*Con frecuencia resulta difícil hablar de Dios cuando se tiene delante el peso de un drama como el reciente terremoto en Ecuador o en Italia. Probablemente el sufrimiento, el sufrimiento de los inocentes, es la objeción de mayor peso que los hombres han presentado y presentan también hoy contra Dios. Pero no es la única razón: la imagen que el cristianismo tiene del mundo aparece hoy como incompatible con las afirmaciones de la ciencia y los desarrollos de la técnica, y su doctrina poco menos que es considerada como perjudicial superstición. Por otro lado, el creciente endiosamiento del mismo hombre, y de su libertad, le ha llevado muchas veces a no plantearse ni tan siquiera la cuestión de Dios: muchos hombres han aprendido a vivir, sencillamente, al margen del problema.
*Es verdad que la no evidencia de Dios hace que su conocimiento resulte, incluso para el hombre que lo busca con recta intención, cuando menos arduo, inadecuado. Por otra parte, la debilidad del propio conocimiento humano, tantas veces expuesto a los más diversos errores y tropiezos en su investigación, hace que no siempre acierte a descubrir con nitidez el objeto de su entender. A esto podemos añadir el escándalo provocado, no pocas veces, por los mismos creyentes, ya sea con un modo impropio e irresponsable de hablar de Dios, ya sea con un modo incoherente de vivirlo en su día a día. Aunque el fenómeno es complejo, y no se puede simplificar, lo cierto es que todos estos detalles en su conjunto contribuyen al creciente eclipse de Dios.
*Aunque veremos las características de ciertos autores, se puede decir que los ateos tienen en común el rechazo de toda forma de ser absoluto, de ser trascendente y de ser misterio divino. En realidad, se trata de los rasgos con los que la filosofía de la religión caracteriza, precisamente, la experiencia de Dios: Él representa un nuevo umbral ontológico (un nivel de ser distinto y superior); Él es el ser por excelencia, realidad plena y absoluta; Él es, en fin, misterio tremendo y fascinante que desborda los límites de la razón.
*Para concluir esta sencilla aproximación hay que observar que no siempre el ateísmo implica una elaboración teórica y sistemática, en la que se refutan las tesis teístas con argumentos de sólida estructura filosófica, o echando mano de las afirmaciones incuestionables de la ciencia o, simplemente, recurriendo a las diversas actitudes ante una existencia encerrada sobre sí misma. Muchas veces el ateísmo responde a la postura práctica de una vida cotidiana como si Dios no existiera; se trata de vivir prescindiendo de semejante hipótesis y comprobando que en el día a día resulta, en efecto, innecesaria. Ya sea indiferencia, ya insensibilidad para otras cuestiones, ya negación más o menos consciente, lo cierto es que son muchos los que han hecho del bienestar el verdadero objetivo de su vida, y del tener la única religión. En los próximos textos nos detendremos algo más en los diversos argumentos del ateísmo.