Por un lado hay que alegrarse de que nuestro cine indague en la historia de España para encontrar argumentos. Pero por otra parte hay que lamentar que esta sea una película fallida. Falla el ritmo, sobran tópicos, hay demasiadas categorías posmodernas, y la imagen que da de la Iglesia es, una vez más, patética.
Se trata de una gran producción de Enrique Cerezo, bien vestida y bien dirigida por un hombre que viene de las series televisivas, Salvador Calvo. También el reparto hace un trabajo competente. Pero es el guion de Alejandro Hernández el que hace aguas. Habrá que esperar mejor ocasión.
Juan Orellana