Cuando le conoces, no lo olvidas. Es muy alto, grande.
Te da abrazos enormes, de oso. De oso de peluche. Y además es muy alegre, con esa inocencia y bondad, como la de un niño.
Habla muy rápido, con mucho acento “paraguayo”, tanto que los primeros minutos te cuesta entenderle… Pero cuando se pone más serio, sus palabras se vuelven claras, certeras, y su mirada se concentra dando énfasis a cada idea y te mira de manera directa, casi desafiante, como un toro antes de embestir.
El
Padre Luis Arias (19/8/1961, Coronel Oviedo) es el
Capellán de la cárcel de Tacumbú de Asunción y
Responsable de la Pastoral Carcelaria de Paraguay. Y es un sacerdote de vocación tardía después de pasar un tiempo con el Movimiento Neocatecumenal en su casa de Jerusalén. Muy pronto celebrará sus 12 años de sacerdote (5/3/2005), pero su vocación es muy clara y concreta como él explica sin tapujos:
“Yo estoy llamado para la cárcel, no sabría que hacer en una parroquia”.
La cárcel de Tacumbú, en Asunción no sale en los últimos rankings de
las peores cárceles del mundo pero sí es, sin embargo,
una de las que más hacinamiento vive de América Latina. Su población interna, unas
3.400 personas, viven con gran dificultad ya que duplican la capacidad de unas instalaciones que tampoco reúnen los requisitos elementales. Es la mayor cárcel de Paraguay y la situación de muchos presos, pese a los esfuerzos de sus responsables, como el recién llegado director Luis María Villagra, es inhumana, con las mafias campando a sus anchas y muchas diferencias y clasismo entre los presidiarios.
Para el Padre Luis todos ellos merecen una oportunidad, todos tienen una enorme dignidad, la de seres humanos e hijos de Dios y como ha afirmado el Papa Francisco
“todos somos pecadores y, muchas veces, somos prisioneros sin darnos cuenta, (…) Ante Dios nadie puede considerarse justo (cf. Rm 2,1-11). Pero nadie puede vivir sin la certeza de encontrar el perdón” y si no entendemos que los presos de las cárceles necesitan el perdón es que aún no nos conocemos de verdad y no hemos vivido y comprendido nuestra condición límitada y el perdón que recibimos de Dios de manera gratuita e incondicional.

Y precisamente es en esta cárcel donde el Padre Luis realiza su labor. La
Pastoral Carcelaria que él dirige se ubica en el
Módulo D, donde además de ofrecer la escucha incondicional a los presos, a veces se celebran encuentros de convivencia e incluso la Eucaristía todos los viernes. Pero también allí, con la ayuda de
Manos Unidas, se desarrolla un
taller de corte y confección gracias a varias máquinas de coser que se solicitaron a la ONGD española. Unas máquinas que no sólo ayudan a ocupar el tiempo libre, que es el peor enemigo de los presos, sino que les ofrece una formación profesional y un futuro para cuando abandonen la cárcel.
“Este es un lugar de paso. Este no es lugar para quedarse “ asegura el Padre Luis.

Y por eso, porque los presos antes o después salen de la cárcel se pidió ayuda a Manos Unidas para habilitar el
Albergue Virgen de la Merced, un lugar que ha comenzado a funcionar en 2015 y en el que se ofrecen 40 plazas en un ambiente de acogida y convivencia. Un lugar que sirve de enlace entre la vida de la cárcel y la reinserción laboral y social. Y es que, el Padre Luis se dio cuenta de que la Iglesia no estaba pendiente de ellos en ese momento
“sus compañeros de delincuencia eran más generosos que nosotros, les esperaban a la salida de al cárcel y les ofrecían lo que necesitaban, apoyo, dinero, un celular…”.
En la Pastoral Carcelaria y también en el Albergue, trabaja con el Padre Luis un equipo que cuenta con asistentes sociales, o con ayuda terapéutica, como la que ofrece la psicóloga Sonia Palacios. Pero además se les apoya en sus procesos legales para salir de la cárcel. La
Coordinadora Jurídica de la Pastoral Carcelaria es Myriam Ramírez, una ex presidiaria que aún llora y se emociona al recordar sus días en la cárcel y que, durante su estancia en ella se formó como abogada. También, entre los barrotes encontró o se reencontró con la fé en Jesús y ahora dedica su tiempo y esfuerzos a ayudar en todo lo que puede a los presos y a que su situación cambie o no sean ninguneados por un sistema de funcionariado, muchas veces corrupto, que les ignora y denigra.

Toda la labor del Padre Luis y su equipo es, a mi modo de ver, el ejemplo más claro de la Misericordia en acción. Y genera y fortalece el necesario don de la esperanza. Una esperanza imprescindible recuperar en una cárcel. Como recuerda el Papa Francisco:
“donde hay una persona que se ha equivocado, allí se hace presente con más fuerza la misericordia del Padre, para suscitar arrepentimiento, perdón, reconciliación, paz.”
Durante esos días de octubre de 2016, conviviendo con el Padre Luis y su equipo, teniendo la enorme suerte de haber podido entrar junto al equipo de TVE (Pueblo de Dios) a la Cárcel de Tacumbú y también el Albergue Virgen de la Merced, hablando con sus presos y expresidiarios,
pude vivir durante la segunda semana de octubre una experiencia personal y profesional increíble. Y entender, al fin, justo antes de que finalizara el Año de la Misericordia lo que es y lo que significa realmente: que nadie nos salvamos por nuestras fuerzas ni méritos, que sólo el Amor con mayúsculas, sólo Dios puede hacerlo. Y aunque he tenido que esperar casi hasta el final de ese Año Jubilar* para poder experimentarla de esta manera profunda, la experiencia mereció la pena.

Por último, os dejo el
reportaje documental elaborado por el programa
“Pueblo de Dios” y su gran equipo de profesionales, gracias a Manos Unidas y en el que he tenido la suerte de participar como responsable del equipo o una especie de productora en terreno.
¡No os lo perdáis, es digno de premio!
*(El Año Jubilar de la Misericordia finalizó el 20/11/2016 Día de Cristo Rey)