Domi Szkatula es misionera, pero no tiene el aspecto que te puedes imaginar en un primer momento cuando se habla de misioneras o misioneros. Eso ocurre porque es misionera laica: es decir, no es una monja y en su caso, aunque está muy cerca del espíritu de San Francisco, tampoco pertenece a ninguna congregación religiosa.
Llegó a Perú en 1984, con una guitarra bajo el brazo, usando unos modernos jeans, y convencida de que se quedaría toda la vida para ser útil a los más necesitados y perseguidos. Y también porque para ella era esencial formar parte de la Iglesia muy activamente como misionera, pero, sobre todo, como laica, e hizo de esa reivindicación de la labor de los laicos en la Iglesia parte de su misión, como una especie de “santa rebeldía”.
A lo largo de estos 37 años ha conocido todo el Vicariato de San José del Amazonas trabajando en diferentes puestos de misión, puestos que nunca antes habían sido ocupados por mujeres, y desplazándose anualmente a todos durante 11 años, cuando era la Coordinadora de la Pastoral General del Vicariato. Hoy, es la Responsable de la Pastoral Indígena, puesto que ocupa desde hace ya más de cuatro años. Se siente feliz viviendo en este rincón del planeta y tratar con la gente sencillas y humildes le ayuda a estar más cerca de Dios, “a tocarlo” como ella dice.
Tiene muy marcado su primer destino como misionera en Tamshiyacu a la que considera su “universidad de la inculturación”. También San Pablo, donde atendía a los leprosos y el pueblo de Mazán, a la rivera del Napo, afluente del Amazonas. Allí, junto a otras dos mujeres laicas y en colaboración con animadores y catequistas, crearon una nueva parroquia. Los últimos cuatro años ha vivido en Angoteros, en la frontera con Ecuador y entre los indígenas Kichwas en la Misión Napuruna “Pachaya” (que significa “Padre y Madre del tiempo y espacio”).
Domi Szkatura fotografiada por Ana Palacios en Caballococha (Perú). Foto Ana Palacios/CIDSE&Repam¿Cuál es la situación de las mujeres en la Amazonia peruana?
De acuerdo a la CEPAL (Comisión Económica para América Latina y el Caribe), de la población total de mujeres en el Perú aproximadamente el 24% son mujeres indígenas. Las mujeres de la Amazonía peruana aún viven sujetas a múltiples tipos de discriminación, más aún las mujeres indígenas, donde, en un entorno culturalmente machista, el hecho de ser mujeres, su procedencia, la lengua indígena, el grado de escolaridad, entre otros, hace que los grados de vulnerabilidad y discriminación sean mayores.
A nivel educativo, según el Censo del 2017, solo un 24% de las comunidades nativas cuentan con educación secundaria, haciendo que se eleve el número de deserciones escolares, donde las mujeres son las primeras en ser afectadas ya que para continuar estudiando deben realizar desplazamientos grandes o ausentarse de casa, yendo a albergues que no son supervisados adecuadamente, sin tutores, sin recursos, sin condiciones de salubridad en muchos casos, exponiendo a las niñas y jóvenes a peligros mayores. Por lo que las familias muchas veces prefieren suspender la educación de sus hijas y tenerlas en la comunidad dedicadas a otros oficios, especialmente al trabajo de la chacra o forman muy temprano la familia. Frecuentemente terminan como madres solteras.
Y en cuanto a la salud, la situación es similar porque además de no tener una cobertura adecuada de establecimientos de salud (solo 4 de cada 10 comunidades lo tienen), tampoco se cuenta con profesionales sensibilizados para atender a pueblos indígenas, no conocen la lengua local, no respetan la medicina ancestral y no conocen la cultura del lugar, esto imposibilita buenos servicios de atención y también prevención.
Obviamente, también en lo referente a derechos sociales y políticos, hay una gran brecha que cubrir. Las mujeres están excluidas de las juntas directivas comunales y hay una escasa participación en espacios de diálogo y en procesos políticos. Y como en un círculo vicioso, la marginación política, social y económica de las mujeres indígenas, abren la puerta a otra serie de violaciones de Derechos Humanos. Sobre todo, la violencia, la amenaza mayor para todas las mujeres, pero aún más en el caso de las mujeres indígenas puesto que a menudo ese tipo de violencia puede verse invisibilizada y las mujeres son silenciadas por conceptos culturales o ancestrales mal entendidos.
Domi Szkatula en una de sus reuniones de pastoral con las mujeres¿Y ante esta situación en qué consiste tu trabajo con las mujeres?
Lamentablemente en el Vicariato aún queda todo por hacer en cuanto a la defensa y promoción de la mujer y su liderazgo, pues es evidente el rol protagonista de la mujer en la sociedad y también en la Iglesia. Sin embargo, el trabajo con las mujeres es constante y forma parte de mi labor atender y acompañar a las mujeres de la Misión que es Angoteros y de las 35 Comunidades que visito periódicamente de manera semestral. Me gustaría visitarlas más a menudo, pero la falta de recursos, las grandes distancias y la realidad de que estoy allí sola, hace que sea muy difícil. Allí nos alojamos en “casas” construidas con “ripa” y “pona” (cortezas de los árboles maderables) y con techo de paja.
Cuando llego a estas comunidades y también en Angoteros, escucho a las mujeres y juntas buscamos soluciones a algunos de los problemas que afrontan: hijos encarcelados por violencia familiar o narcotráfico, situaciones de trata sufridas en la comunidad, falta de alimento para niños que han sido abandonados por sus padres, y sus propia falta de salud (malaria, cáncer, desnutrición profunda…). También les ofrezco una ayuda de parte de nuestras oficinas vicariales de Derechos Humanos, Departamento de Salud y de las estatales como: Defensoría del Pueblo, CEM (Centro Emergencia Mujer), Ministerio de la Mujer. Pero estas no están cerca. Hay que ir a la ciudad de Iquitos, lo que te lleva dos días en yate deslizador que es muy costoso o varios días de navegación en una lancha, pero que es un transporte más económico.
Además, en estos últimos cuatro años Angoteros, realizo una formación integral de las mujeres con especial atención al rescate de su identidad cultural indígena y promoción de sus derechos. Esta formación que se realiza entre el Vicariato de San José y el vecino Vicariato de Aguarico, dura tres años y es muy completa con cuatro dimensiones: cosmovisión kichwa, su espiritualidad, sacramentos y Biblia.
Por último, desarrollamos talleres vivenciales para las “warmi kuna” (mujeres en kichwa), más creativos y prácticos, y menos teóricos: identidad kichwa, elaboración de artesanías, panes para la Navidad, pintada de bolsones de telas de tocuyo con sus signos pictográficos, costura de “chaucha wawa” que es una muñeca tradicional de trapo que se usa en las ceremonias de “kasarana” (boda), bautismos y Navidad. Y mientras las manos están ocupadas, conversamos de todo, reímos que es lo que más les gusta y nos transmitimos nuestra energía y valores como la Esperanza.Una mujer kichwa ocn su bebé. Foto Domi SzkatulaCuéntanos algunos ejemplos de participación femenina en la Amazonía peruana
Conozco a dos mujeres que son “Apu” o sea jefes de las Comunidades Indígenas Kichwas, y aunque esto sucede muy raras veces, pues el cargo suele darse a los varones, ellas fueron elegidas en sus asambleas por todo el pueblo. Ahora presiden la comunidad, convocan, reúnen, representan y deciden.
La señora Betty, por ejemplo, es desde varios años la presidenta de la Federación indígena Kichwa FECONAMNCUA, que abarca muchas comunidades del medio Napo y otras dos cuencas: Curaray y Arabela.Pero también hay mujeres que presiden organizaciones de programas sociales que se realizan en las Comunidades. Es decir, se les confía a ellas la organización de los grupos y la administración de alimentos y dinero. Y estas mujeres hablan con valentía de problemas de la vida diaria. Por ejemplo, en una de las Asambleas, las mujeres plantearon públicamente los problemas de la violencia familiar y de manera frontal a los hombres responsables de esa violencia. Con ellas hemos preparado también el documento preparatorio para el Sínodo de la Amazonía y entre sus aportaciones, por ejemplo, nos dijeron que en las Misas la vestimenta de los sacerdotes les asustaba y que (resultaban) la liturgia les resultaba muy complicada de seguir y entender.
La señora Lésicaes una valiente “warmi”, que siendo ya de familia y teniendo 4 hijos decidió terminar su secundaria en la modalidad a la distancia y conseguir estudiar la educación inicial. Hoy trabaja en una de estas Escuelas de Educación Inicial en una Comunidad cercana a Angoteros. Su ejemplo lo siguieron algunas otras mujeres.
Una mujer secoya. Foto Domi SzkatulaLa señora Selmira, indígena kichwa, madre y abuela, es una traductora en kichwa – castellano, y contadora de cuentos y mitos, además de historias bíblicas, que aporta con su valioso trabajo a muchas publicaciones. Su fe y perseverancia salvó a su esposo del alcoholismo y hoy le da valor para que siga dando testimonio de cómo volver a vivir dignamente.
Y también doña Yadira, muy comprometida en la Iglesia y yo tenía curiosidad de ver cómo aceptaba esto su kari (hombre en kichwa). Me contestó con toda la fuerza: “él sabe que yo me comprometí y tengo que cumplir mis tareas”. Este tipo de realidades hacen que las mujeres se hagan respetar y también ser más valoradas por sus maridos de los que son más independientes.
¿Cómo podría la Iglesia ayudar a lograr la igualdad de género en esta región?
En general los Encuentros de Formación de los Animadores en la sede del puesto de misión suelen ser dinamizados por varones, pues la mujer no logra librarse de las muchísimas tareas del hogar y el cuidado de los hijos (un promedio de 7 por familia). Por eso decidí en los encuentros que yo organizaba que, dado que en la cultura “kichwa” el varón sin la mujer no es completo y viceversa (tanto que en la propia lengua no existe pronombre él o ella, solo “pai”, que es igual para los dos) comencé a invitar a todos los encuentros a los Animadores con sus parejas. Sólo el hecho de recibir una carta en la que estaban siendo invitadas personalmente las emocionó mucho y se consideraron visibilizadas, tenidas en cuenta y respetadas. Así que, lo importante es invitarlas siempre. Ellas ya verán cómo se organizan y que decidan, pero es obligación de la Iglesia invitarlas y es que, en la tarea pastoral fundamental de la Iglesia, la formación debe ser integral y tienen que participar las mujeres, y ese será muchas veces el único modo en el que alcancen liderazgo tanto en entornos públicos (económico, educativo, salud, participación política y eclesial) como en el más doméstico.
Según los últimos datos, el apoyo a una mayor responsabilidad por parte de la mujer en la iglesia, alcanza el 97 %, pero, además, si la Iglesia quiere dar ejemplo y ser líder promoviendo la igualdad entre las personas, es esencial crear una cultura donde se la practique esa igualdad de género diariamente y en la vida cotidiana.
La Iglesia no puede perder de vista que las mujeres indígenas juegan un rol muy importante en la supervivencia de los pueblos a los que pertenecen. Son ellas que transmiten la lengua, costumbres, mitos a otras generaciones. Y la Iglesia debe reconocer y apoyar a las mujeres en esta tarea, ya que defendiendo la cultura no se disolverá su tradicional armonía, la repartición de tareas entre hombres y mujeres y su complementariedad.
Además, la Iglesia podría dar mejor y más eficaz atención a las mujeres víctimas de violencia física, psicológica y sexual y acompañar los procesos de reparación. Y es que, la mayoría de las mujeres que sufren la violencia en nuestra región son las menores de edad y lo sufren frecuentemente por parte de sus profesores y familiares.
Finalmente, la Iglesia tiene una gran oportunidad en lo que a educación se refiere para promover la igualdad de género, pues entre las mujeres kichwas el 15 % son analfabetas pues siempre tienen menos oportunidades para estudiar y ya no hablemos de la educación superior. Muchas son madres solteras a los 13 años y al estar embarazadas son discriminadas y sintiendo vergüenza no terminan sus estudios ni se reintegran después de dar a luz por falta de apoyo familiar, de la escuela o de las instituciones. Y si la Iglesia no apoya ahí, la brecha del género seguirá aumentando.
Mujeres de la amazonía peruana. foto Domi Szkatula¿Qué te ha parecido el papel de la mujer en el Sínodo de la Amazonía?
Ha sido muy importante que las voces de las mujeres indígenas y amazónicas hayan tenido un espacio especial en el último Sínodo de la Amazonía, pero es importante que todas las mujeres del mundo sean escuchadas y visibilizadas. Pues ya sabemos que las mujeres son esenciales en la vida familiar, comunal, eclesial, las mujeres tienen un papel clave en el desarrollo de sus comunidades, en la defensa de la vida, de la fe, del territorio, en la salud y en la educación de los hijos, etc.
Espero que en próximos Sínodos se siga invitando a mujeres y cada vez más, no sólo las cerca de 40 que hubo esta vez. Pues sin mirar a la mujer, sin tener en cuenta a las mujeres la Iglesia estará “coja”, será más rígida, le faltará sabor, alegría… Es necesario que la Iglesia se ponga de lado de las mujeres en defensa concreta de sus derechos y apoyándola y caminando con ella como Jesús caminaba con las mujeres y aceptaba su compañía y colaboración dándoles un enorme protagonismo en esa sociedad patriarcal de aquél momento que las rechazaba casi por completo.
Los nuevos ministerios para la mujer que ha planteado el Sínodo en un primer momento me asustaron un poco pues pensé que supondrían aún más trabajo para las mujeres en el sentido de los trabajos que ya realiza pero si esos nuevos ministerios suponen cargos de responsabilidad, poder de decisión y tener los mismos derechos respecto a los hombres en la Iglesia, bienvenidos sean. Aquí en la Amazonía muchas mujeres ya realizan en práctica tareas de “párrocas” (entrecomillado porque por supuesto este ministerio no existe en la actualidad) y en algunos casos como ha quedado muy explicado durante el Sínodo, a falta de tantas vocaciones sacerdotales, son las mujeres quienes bautizan, escuchan confesiones, atienden matrimonios, reparten la comunión, asisten en los entierros…etc).Domi en un bautismo en la Amazonía
También la cuestión “famosa” de la ordenación de “viri probati” ha dejado abiertas algunas preguntas como si ese empeño en la ordenación no supone otra forma de clericalismo, el mismo papa lo ha dicho con toda la fuerza y de falta de confianza en el papel de los laicos. Y por otro, si al ordenar a esos hombres ya casados, no se está de alguna manera ordenando también a su esposa pues en la tradición católica se entiende el Matrimonio como que ya no son dos personas, sino sólo una carne y también los indígenas conciben así la vida en pareja.
Este Sínodo ha supuesto poner sobre la mesa muchas situaciones que deben ser escuchadas y tenidas en cuenta. Pero después del sínodo seguimos buscando soluciones para que Dios siga habitando esta Amazonía reflorecida y su población pueda seguir comunicándose con Él en su cultura y a su estilo.
Domi Szakaturla y Marta Isabel González comentando esta entrevista en Roma, durante los días del Sínodo de la AmazoníaDomi Szkatural y Marta isabel González ante la foto de Santiago Yahuarcani en la exposición “Frágil Amazonía” de Ana Palacios, CIDSE&Repam en la Casa Internazionalle delle Donne en Roma
Soy Doctora en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid (UCM), Curso Superior en Comunicación y Nuevas Tecnologías (IES-CEU- San Pablo), Técnico en Comunicación Integral por la Universidad Francisco de Vitoria (UFV) y Licenciada en Ciencias de la Información-Periodismo por UFV y UCM.
Soy periodista con experiencia en medios, y desde el año 2000 Directora de Comunicación en el Tercer Sector y Consultora en Comunicación Institucional. Desde 2012 trabaja en Manos Unidas, donde hoy soy Responsable de Prensa en el Departamento de Comunicación de los Servicios Centrales.
Compagino profesión de periodista y comunicadora con docencia e investigación científica. Mi Tesis “Comunicación para la solidaridad: las ONG y el papel de la comunicación social y periodística en la sensibilización de la opinión pública y el desarrollo” dentro del programa Planteamientos Teóricos, Estructurales y Éticos de la Comunicación de Masas, fue calificada Sobresaliente Cum Laude. Soy miembro del Grupo de Investigación“Comunicación y Sociedad Digital” de la UNIR y docente en el Master de “Periodismo Social” de la Universidad CEU San Pablo con Fundación Crónica Blanca. Mis últimos artículos científicos son “La profesionalización de la Comunicación para la Solidaridad: diagnóstico y propuestas para el sector en España” y “Las Nuevas Tecnologías y las Redes Sociales en la Comunicación para la Solidaridad”.
Soy Doctora en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid (UCM), Curso Superior en Comunicación y Nuevas Tecnologías (IES-CEU- San Pablo), Técnico en Comunicación Integral por la Universidad Francisco de Vitoria (UFV) y Licenciada en Ciencias de la Información-Periodismo por UFV y UCM.
Soy periodista con experiencia en medios, y desde el año 2000 Directora de Comunicación en el Tercer Sector y Consultora en Comunicación Institucional. Desde 2012 trabaja en Manos Unidas, donde hoy soy Responsable de Prensa en el Departamento de Comunicación de los Servicios Centrales.
Compagino profesión de periodista y comunicadora con docencia e investigación científica. Mi Tesis “Comunicación para la solidaridad: las ONG y el papel de la comunicación social y periodística en la sensibilización de la opinión pública y el desarrollo” dentro del programa Planteamientos Teóricos, Estructurales y Éticos de la Comunicación de Masas, fue calificada Sobresaliente Cum Laude. Soy miembro del Grupo de Investigación“Comunicación y Sociedad Digital” de la UNIR y docente en el Master de “Periodismo Social” de la Universidad CEU San Pablo con Fundación Crónica Blanca. Mis últimos artículos científicos son “La profesionalización de la Comunicación para la Solidaridad: diagnóstico y propuestas para el sector en España” y “Las Nuevas Tecnologías y las Redes Sociales en la Comunicación para la Solidaridad”.