¡Preparad el camino al Señor!
Hay un camino al andar, uno entre tanto otros, uno sólo que aunque este trazado lo hace nuevo cada uno que lo recorre, porque no es camino trillado y consabido, sino camino oculto que se vislumbra metro a metro, en medio de la niebla de este mundo, gracias a una luz que no es de este mundo. Es camino siempre nuevo, porque es camino de libertad, en cada momento de la vida, y de liberación, porque exige, en cada paso y en cada encrucijada, dejar atrás todo apego, interés o compromiso que oprime y esclaviza.
¡Preparad el camino al Señor!
¿Qué camino? El camino del Señor. El camino de quien hizo el viaje más largo de la existencia, el viaje entre el infinito y la finitud, entre la eternidad y la caducidad, entre Dios y el hombre, entre el cielo y la tierra. Es el camino que hizo por cada uno de los hombres, de Galilea a Jerusalem, del lago al calvario, de la Palabra a la Eucaristía, de la promesa de salvación a la realización de la redención. Es el camino de la vida, el camino de Dios, el camino del amor sin límites, el camino de la cruz y de la resurrección.
¡Preparad el camino al Señor!
¿Qué preparación? Juan Bautista preparó el camino del Señor anunciando su venida, denunciando la hipocresía y la cerrazón de los corazones que no escuchan la llamada de Dios, ni su palabra, ni su promesa, ni hacen caso de su amor. Así como hizo Juan, la Iglesia de Cristo prepara desde siempre, día a día, adviento tras adviento, con las luces y las sombras de su humano caminar, con la fuerza en la debilidad de su divino caminar, el camino del Señor, el único camino de vida para la vida del hombre, el único camino en el que encuentra la paz que ansía tener, la justicia que no encuentra en la historia, el amor que suspira su corazón hecho para la eternidad.
¡Preparad el camino al Señor!
¡Preparad, preparemos, prepara también tu que me oyes, junto a mi, junto a mis hermanos que son tus hermanos, preparad el camino al Señor! Cada día, cada mañana, haciendo que este mundo, el tuyo y el mío, el que nos ha tocado vivir, sea nuevo porque tu y yo somos nuevos. Él viene todos los días, hasta el día definitivo de su venida, y nos quiere en vela, preparados, artífices de un mundo también preparado, lo más preparado posible, lo más parecido posible al Reino eterno que nos quiere regalar.