¿Por qué va el Papa a conmemorar el 500 aniversario de la reforma luterana?
1.- Porque el Papa va a conmemorar un acontecimiento histórico que ha marcado no sólo la historia del cristianismo sino la historia de Europa y de la humanidad. No va a celebrar una fiesta, porque las rupturas no se celebran, pero si a conmemorar, con enorme respeto y cercanía para con todos los hijos espirituales de la reforma protestante, una efemérides de tanta importancia.
2.- Porque el Papa tiene un motivo muy grande para hacerlo, que es dar un paso más en el camino ecuménico, auspiciado ya desde antes del Concilio Vaticano II. Un camino que en el caso de la relación con las iglesias provenientes de la reforma protestante, además del que se está realizando con la Iglesia Ortodoxa, lleva ya un recorrido prometedor. Hay tres ecumenismos en marcha: el del diálogo teológico, el del diálogo de la vida (la experiencia de compartir espacios de compromiso social caritativo, de oración en común, de propuestas espirituales para los jóvenes, de vida comunitaria conjunta de consagrados y consagradas de diversos grupos, etc…), el del diálogo de la sangre (tantos mártires cristianos contemporáneos que han dado y están hoy dando la vida por confesar su fe en Jesucristo ya sean católicos o protestantes u ortodoxos). Y el ecumenismo del diálogo teológico aunque parezca el más difícil, no es el más retrasado de los tres. En la Declaración Conjunta entre la Federación Luterana Mundial y la Iglesia Católica sobre la Doctrina de la Justificación, firmada en Ausburgo el 31 de octubre de 1999, católicos y luteranos reconocen que aquella cuestión teológica que fue la clave de la reforma de Lutero no es motivo de separación, y que superados por ambas partes los malentendidos teológicos de entonces y desde entonces en realidad católicos y luteranos creemos lo mismo respecto a la Justificación, a saber, que es Dios quien nos salva y que lo único que nos pide es la fe, una fe que no sólo se confiesa de palabra, sino también con la vida.
3.- Porque el Papa cree en el diálogo, en la cercanía, en la reconciliación, no como una estratégica para conseguir un fin por muy loable que sea (como lo es la unidad de los cristianos), sino porque es esencial al Evangelio, porque es un fin en si mismo no un medio, porque sino traicionaría lo esencial del mandamiento de Cristo.
4.- Porque el Papa Francisco está convencido además de que tanto San Juan XXIII, como el beato Pablo VI, como San Juan Pablo II, como Benedicto XVI, hubiesen hecho lo mismo en este 500 aniversario, pues hicieron de hecho lo mismo aprovechando cualquier ocasión y cualquier efemérides para renovar la fraternal cercanía con los hermanos separados luteranos, sin dejar por ello de compartir con ellos en este abrazo el dolor de la aún herida abierta de la separación. Valga como botón de muestra lo que Benedicto XVI decía el viernes 23 de septiembre de 2011 a los evangélicos que lo invitaron en su viaje a Alemania en Eurfurt, lugar donde estudio Lutero, al que en más de una ocasión llamó maestro de la Sagrada Escritura:
“La ausencia de Dios en nuestra sociedad se nota cada vez más, la historia de su revelación, de la que nos habla la Escritura, parece relegada a un pasado que se aleja cada vez más. ¿Acaso es necesario ceder a la presión de la secularización, llegar a ser modernos adulterando la fe? Naturalmente, la fe tiene que ser nuevamente pensada y, sobre todo, vivida, hoy de modo nuevo, para que se convierta en algo que pertenece al presente. Ahora bien, a ello no ayuda su adulteración, sino vivirla íntegramente en nuestro hoy. Esto es una tarea ecuménica central. En esto debemos ayudarnos mutuamente, a creer cada vez más viva y profundamente. No serán las tácticas las que nos salven, las que salven el cristianismo, sino una fe pensada y vivida de un modo nuevo, mediante la cual Cristo, y con Él, el Dios viviente, entre en nuestro mundo. Como los mártires de la época nazi propiciaron nuestro acercamiento recíproco, suscitando la primera apertura ecuménica, del mismo modo también hoy la fe, vivida a partir de lo íntimo de nosotros mismos, en un mundo secularizado, será la fuerza ecuménica más poderosa que nos congregará, guiándonos a la unidad en el único Señor”.