En el bajo de unas viviendas humildes en el barrio madrileño de Usera, frente a un gran descampado, está la sede de la Fundación Cauces, que acoge, como si fuera un centro de día, a adolescentes y jóvenes en situación de riesgo, provenientes del mundo de la delincuencia o de la drogadicción.
Pedro Pablo, su fundador y mentor, y su mujer, entendieron desde ya antes de casarse que su matrimonio era un matrimonio para los demás, especialmente para estos jóvenes, descartados de la sociedad. Entendieron que se trataba de una doble consagración, la de consagrarse el uno al otro, y la de consagrarse ambos a estos chicos, como hijos adoptivos que llegan, hacen un recorrido vital que les sirve para re-conducir su vida, y se van. Entienden que esta vocación coincide con la de Santo Domingo de la Calzada, que dejó junto a su patrimonio espiritual el haber hecho tantos puentes y albergues para los peregrinos a Santiago. La Fundación Cauces es eso, un puente, para que los chavales que se han pasado a la otra orilla, vuelvan a integrarse en su familia y en su sociedad, y la de un albergue, es decir, un hogar donde ser queridos como son, y donde todas sus inquietudes, sus rebeldías, sus fracasos, se conviertan en piezas de una identidad personal llamadas a recomponerse junto a todas sus potencialidades, para ser personas reconstruidas.
Una tarde uno de estos chavales, que había sufrido acoso escolar por ser negro, no quería celebrar el cumpleaños de otro de ellos, pues sabía que provenía de grupos racistas. Se encerró en la sala de los ordenadores. Pedro Pablo lo convenció para que prodigara la misma misericordia que había recibido. Entrando en la sala, se abrazaron. Y al rato estaban comiendo juntos una sabrosa tarta riéndose. Pero no podían disimular las lagrimas que aún caían sobre sus mejillas. Son las cosas de la misericordia.
La terapia en la Fundación Cauces es sencilla: se escucha mucho, se comparte todo, se convive, se ayuda al estudio, se hace deporte, se reúnen para ir revisando el progreso de cada uno, y los que llevan más tiempo y han acumulado experiencia y sabiduría, y han empezado a reconstruir su vida, ayudan a los demás. Los que aguantan los primeros quince días suelen hacer la terapia completa. Los que no, saben que allí se les quiere y se les espera. Que siempre pueden volver, porque como dice Pedro Pablo, el secreto de la misericordia, la de Dios y la de los hombres, consiste en que siempre podemos volver a la casa del Padre, al hogar verdadero.
Ahora el Ayuntamiento de Madrid les ha pedido que diseñen una campaña para la prevención de las drogas a los adolescentes. Ellos son los que mejor saben que tipo de mensaje puede resbalarles, porque les resbalo a ellos, y cuales pueden ser verdaderamente provocativos, pueden despertar en ellos ese fondo de esperanza y de deseo de re-conducir la vida, que nunca se pierde.