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Como un viento impetuoso

Como un viento impetuoso

1 diciembre, 2016 manuelbru 0

“Como un viento impetuoso y saludable, la bondad y la misericordia se han esparcido por el mundo entero”. Así define el Papa Francisco el Año Santo de la Misericordia clausurado al cerrar la puerta Santa de San Pedro el 20 de noviembre pasado y promulgar la carta Misericordia et misera.

¿Se puede hacer una balance del Año de la Misericordia? Jamás del modo como se puede hacer un balance de cualquier otra campaña humana. Entre otras cosas porque el principal fruto de una iniciativa como ésta es invisible e inmensurable, al tratarse de la experiencia de reconciliación (con Dios y con los hombres) vivida por millones de personas.

Lo que si que sabemos es que ha sido un año de conversión a la misericordia acompañado por gestos e iniciativas sin precedentes que termina con la promulgación de una carta del Papa, Misericordia et misera (expresión tomada de San Agustín que dice que tras el episodio de la adultera del Evangelio “quedaron sólo ellos dos: “la miserable y la misericordia”), con la que se abre una nueva puerta, esta sine die (sin fecha de clausura), para que no decaiga la primacía de la misericordia en la Iglesia.

Misericordia celebrada

En este Año de la Misericordia, a los jubileos extraordinarios de otros años jubilares precedentes (para las familias, para los sacerdotes, para los catequistas, etc..), se han añadido algunos muy significativos como son el jubileo de los presos o el jubileo de los encarcelados. En el primero, dirigiéndoles a ello, el Papa les preguntaba: ¿porqué estáis vosotros aquí y yo no? Y les aseguraba que todos podemos en algún momento de la vida dejarnos arrastrar por situaciones que nos lleven a delinquir. Lo importante, les decía, no es mirar hacia atrás, sino hacia delante: “no os preguntéis porque estáis aquí, sino para que estáis aquí”.

En el de los sin techo el Papa les pedía perdón en nombre de todos los cristianos que por el pecado de la indiferencia y la hipocresía miramos a otro lado ante ellos. Al final de la carta Misericordia et misera el Papa quiere asegurarse en la medida de los posible que este volver la mirada a los pobres permanezca, y entre otras medias instaura un domingo al año, el último del ciclo litúrgico, como Jornada mundial para los pobres: “que ayudará a las comunidades y a cada bautizado a reflexionar cómo la pobreza está en el corazón del Evangelio y sobre el hecho que, mientras Lázaro esté echado a la puerta de nuestra casa, no podrá haber justicia ni paz social”.

Ha sido un año intensísimo vivido en todas las diócesis del mundo, donde se ha prodigado, como explica el Papa en su carta, la celebración de la misericordia, a través de los sacramentos de la eucaristía, la reconciliación, la unión de los enfermos, y el matrimonio. Si en la Jornada Mundial de la Juventud el Papa encontró la ocasión de entusiasmar a miles de jóvenes con la aventura de la misericordia, la mirada principal de este año ha estado en la familia, “sin excluir a nadie y sin importar la situación en la que se viva”, como dice en su carta. ¿Acaso no había sido está la principal novedad de la exhortación apostólica postsinodal Amoris Laettita, la de una misericordia que se hace acogida, discernimiento, acompañamiento e integración de todo tipo de situaciones familiares por parte de la Iglesia?

Misericordia creativa

De hecho en Misericordia et misera la palabra clave es consuelo: “Una palabra que da ánimo, un abrazo que te hace sentir comprendido, una caricia que hace percibir el amor, una oración que permite ser más fuerte…, son todas expresiones de la cercanía de Dios a través del consuelo ofrecido por los hermanos”. El consuelo del sacerdote en el confesionario, el consuelo de todos para con todos, e incluso el consuelo que sólo cabe expresarse en el silencio, porque “enjugar las lágrimas es una acción concreta que rompe el círculo de la soledad en el que con frecuencia terminamos encerrados”.

Este llamamiento del Papa a que la Iglesia sea más consoladora le lleva a prorrogar también sine die dos prerrogativas especiales del Año Jubilar: el que todos los sacerdotes puedan perdonar (sin tener que remitir al penitente al confesor penitenciario) el grave pecado del aborto, y que las confesiones con los sacerdotes de la Sociedad San Pío X, a pesar de su incompleta comunión con la Iglesia, sean válidas y lícitas. Ambas medidas en pro de que el penitente arrepentido de sus pecados encuentre sólo misericordia, sólo consuelo, sin demora y ni limitación alguna.

Aún hay otras dos novedades del Año de la Misericordia que propone el Papa mantener sine die: la celebración de las “24 horas para el Señor” en la cuaresma, y el encargo de los “misioneros de la misericordia” elegidos por él de entre sacerdotes de todo el mundo.

Si el Papa en este Año Santo ha rescatado de los catecismos las obras de misericordia para ponerlas en el centro de la vida de la Iglesia, ahora porpone realizarlas de un modo nuevo, el de la creatividad, acorde a las “nuevas formas de pobreza espiritual y material que atentan contra la dignidad de las personas”, para “descubrir nuevas obras de misericordia y realizarlas con generosidad y entusiasmo”; el del compromiso, deteniendo sobre todo su mirada en los niños violentados y esclavizados a los que se les roba la alegría de la vida; y el de la artesanía, porque ninguna de la obras de misericordia “es igual a otra”.

Explica por ejemplo como tanto el relato de Adán y Eva del Genesis como la Pasión de Cristo en los Evangelios nos dicen el sentido profundo del “vestir al desnudo” que no es otro que el de ayudarle a recobrar la dignidad al que le ha sido arrebatada. Por eso este Año de la Misericordia es para el Papa el inicio de una conversión de la indiferencia al amor, “que estamos llamados a recorrer cada día con fidelidad y alegría”.

 

(Artículo publicado en la Revista Ciudad Nueva en el número de diciembre de 2016).

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Manuel María Bru Alonso. Madrid (1963). Sacerdote diocesano de Madrid. Delegado Episcopal de Catequesis de la Archidiócesis de Madrid. Licenciado y Doctor en Periodismo. Presidente de la Fundación Crónica Blanca (comunidad, escuela y taller de jóvenes comunicadores). Profesor en las Universidades CEU San Pablo, Eclesiástica San Dámaso, Pontificia de Salamanca y La Salle. Entre sus libros destacan: 100 pensamientos por un mundo mejor; 100 testimonios por un mundo mejor; La prensa anticlerical en las Cortes de Cádiz; Una comunicación al servicio del hombre: itinerarios para una ética en las comunicaciones sociales; Las diez cosas que el Papa Francisco dice a los periodistas; Asombro y empatía: dos claves para renovar el lenguaje de la evangelización y la catequesis; Evangelizar la Cultura Mediática; y Predicación y Vida (comentarios a las lecturas de los domingos del Ciclo C).

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Manuel María Bru Alonso. Madrid (1963). Sacerdote diocesano de Madrid. Delegado Episcopal de Catequesis de la Archidiócesis de Madrid. Licenciado y Doctor en Periodismo. Presidente de la Fundación Crónica Blanca (comunidad, escuela y taller de jóvenes comunicadores). Profesor en las Universidades CEU San Pablo, Eclesiástica San Dámaso, Pontificia de Salamanca y La Salle. Entre sus libros destacan: 100 pensamientos por un mundo mejor; 100 testimonios por un mundo mejor; La prensa anticlerical en las Cortes de Cádiz; Una comunicación al servicio del hombre: itinerarios para una ética en las comunicaciones sociales; Las diez cosas que el Papa Francisco dice a los periodistas; Asombro y empatía: dos claves para renovar el lenguaje de la evangelización y la catequesis; Evangelizar la Cultura Mediática; y Predicación y Vida (comentarios a las lecturas de los domingos del Ciclo C).

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