Al hacerse hoy entrega a Sandra Várez del X Premio San Juan Pablo II de Comunicación, se premia su fidelidad escrupulosa a la verdad, su pasión y creatividad en el enfoque, y su sensibilidad social y religiosa en el análisis de su trabajo periodístico. Pero con ella se le vuelve a hacer, ya por décima ocasión, un homenaje al sucesor de Pedro en cuyo testimonio y magisterio comunicativo se ve reflejado el ejemplo de cada uno de los reconocidos por este premio de la Fundación Crónica Blanca. Tres giros, me atrevería a decir copernicanos, dio el santo Papa Magno a la mirada eclesial sobre la comunicación social.
El primer giro fue el del modo de relacionarse la Iglesia, a través de su cabeza visible, con el mundo de la comunicación social. San Juan Pablo II fue el primer papa en hacer ruedas de prensa sin “papeles” en el avión que lo llevó por todo el mundo, el primero en dejarse hacer libros-entrevista, y el primero en asumir sin cortapisas que su imagen era requerida en la era mediática como imagen corporativa de la Iglesia, como parte de su humilde servicio. Como concluía una tesis defendida en los años noventa, se descubrió como el más telegénico de entre los líderes internacionales de su tiempo, precisamente porque aunque la cámara lo siguiese por doquier, “él no seguía nunca a la cámara”.
El segundo giro fue el del modo de establecer una mirada crítica y profética sobre el entramado mediático y sus procesos concretos. Para él ya no valía eso de que los medios son éticamente neutros frente a la sola responsabilidad de emisores y receptores. Para él la formación paulatina de convencionales estructuras comunicativas (empresariales, técnicas y lingüísticas) eran susceptibles de revisión, ya que más allá de las responsabilidades puntuales personales, pueden ser estructuras tanto de humanización como de deshumanización social. Así tanto denuncio el “Babel” del avasallamiento, el intrusismo, y el relativismo generado por algunas de estas estructuras, como defendió el “Pentecostés” de oportunidades y logros de otras muchas a favor de la comunión y el progreso de los hombres y los pueblos.
El tercer giro, al fin, involucraba a la Nueva Evangelización, que considerando el mundo de los medios como uno de sus cinco areópagos de la misión, junto a la economía, la política, la ciencia y la cultura, establecía que la urgencia evangelizadora no estaba ya sólo ni primariamente en el uso de los medios para evangelizar, sino en la evangelización misma de la nueva cultura mediática.