El futuro es, por definición, territorio de la incertidumbre. Te obliga a caminar por un camino que no siempre está abierto; a veces, incluso, a escalar por una vía nueva. No sé si habéis escalado alguna vez; los clavos marcan el recorrido; las cuerdas se sujetan con mosquetones que también aseguran tu paso; paralelo a la pared, experimentas una sensación de fragilidad difícil de expresar con palabras, te meces al ritmo de tus propios latidos, bailas con la flexibilidad de las cuerdas y respiras con la cadencia del viento. Eso ocurre si la vía ya estaba abierta, es decir, si otra persona ya había pasado por allí marcando sus sugerencias. En otras ocasiones, cuando la pared es virgen para el escalador, o el camino es nuevo, no desbrozado, sin sendas ni referentes, dejas de ser deportista o excursionista para convertirte en aventurero, en explorador, en creador. Construyes tu camino con pasos nuevos, nunca antes andados, con pisadas esponjosas y diferentes a toda pisada anterior, con la inquietud del cartógrafo, que anota cada recodo, cada referencia, cada signo relevante, de modo que se pueda volver a repetir la hazaña.
Algo así ocurre con la vida. Unas veces atravesamos lugares, emociones, penalidades, situaciones ya vividas, experimentadas y transitadas. Otras, tenemos que adentrarnos en el ámbito de la exploración o de la aventura. Las más nos toca reinterpretar las vías abiertas por quienes nos precedieron, aprendiendo de sus aciertos, apoyándonos en sus seguridades; al mismo tiempo, nuestra propia humanidad, nuestra inquietud personal, nuestra libertad nos empuja a reinterpretar las situaciones, a revivirlas de una manera peculiar, propia, original. Esto es lo grande de la condición humana: nunca es igual, aunque se presienta, aunque se acerque a lo que perciben y conocen los otros. El futuro no es previsible, aunque se pueda preparar.
¿Hay recetas? No. Sería inmoral recetarle a alguien un modelo de futuro, algo así como diseñarle el espíritu. Lo que sí que existen son criterios –puntos de referencia, o sea, mapas sobre los que siempre cabe una anotación nueva– y propuestas para el ejercicio de la libertad. Y como la libertad es deudora de la verdad, no caben más propuestas que las de la honradez con uno mismo.
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