Una conversación telefónica mañanera, con un amigo que vive en el extranjero, nos ha llevado hasta la importancia de reconocer el valor del compromiso. Él está atravesando un momento de dificultad en su matrimonio y pareciera que sólo existe el momento inmediato. ¿Y después?, ¿qué? La charla me ha recordado un poema de Gloria Fuertes y, dejando el teléfono apartado un momento, me he levantado a buscar el libro en mi biblioteca. Gloria Fuertes era poco conocida como gran poeta: verdaderamente una de las grandes del siglo XX, y con no poco sufrimiento a cuestas. Os recojo un poema precioso de su libro «Poeta de guardia» (yo tengo la edición de Lumen), «Nunca terminaré de amarte». Compromiso y ejemplo. Con sus sombras, sí, como todos.
“Y de lo que me alegro,
es de que esta labor tan empezada,
este trajín humano de quererte,
no le voy a acabar en esta vida;
nunca terminaré de amarte.
Guardo para el final las dos puntadas,
te-quiero, he de coser cuando me muera,
e iré donde me lleven tan tranquila,
me sentaré a la sombra con tus manos,
y seguiré bordándote lo mismo.
El asombro de Dios seré, su orgullo,
de verme tan constante en mi trabajo.”
Decía Viktor Frankl, siquiatra y sicólogo y maestro y mucho más, que lo que mueve y humaniza al hombre es la voluntad de sentido. Resumiendo mucho, que el hombre es un ser capaz de hacer las cosas porque quiere hacerlas y además “cargarlas” de contenido. Dicho de otra manera: “yo sé lo que hago, me comprometo con mi comportamiento y soy responsable de mis actos”. Esto es absolutamente cierto para los adultos. Realmente es lo que nos hace adultos. Con tanto amor como claridad (¿dureza?) he tenido que abordarlo con mi amigo. Le he pedido que mire a su mujer «con la guardia baja» y que reflexione acerca de «cómo dejar de amarla… si es capaz», que piense en todo lo que le queda por coser en esta vida y, lo que es más importante, en que tiene la responsabilidad de ser el asombro y el orgullo de Dios.
Uno nunca sabe del todo a dónde le llevará su camino ―«who knows where the road will lead us?/only a fool would say” (de una canción de Sinatra, algo cursi, pero me gusta)―, pero casi siempre puede identificar el comienzo. Y el que marca un comienzo tiene la obligación de señalarlo, para ayudar a los demás. Y el que comienza a andar, debería tener la humildad y sentido común suficientes para no reinventar la rueda.
En un momento delicado, como el que nos está tocando, la pregunta no es ¿qué podemos hacer?. La pregunta es ¿qué debemos hacer?
¿Qué tal si lo dejamos en en convivir?, porque así comprenderemos el valor de las opiniones de los otros; el significado de la obediencia, como manifestación de la humildad y actitud de aprendizaje; la utilidad del esfuerzo y el sentido de la perfección. Perfección en las personas, que no corrección en las cosas. Sobre todo, perfección como cristianos, sin miedo, sin vergüenza. Dando ejemplo. ¿O es que a alguien le molesta jugar en el equipo ganador?