«El más listo de la clase», el que piensa que todos los que no jugamos al límite somos unos pringaos y unos pardillos, está ahora haciéndose pasar por analfabeto (da igual con qué) para «trincar» una vez más y pasarnos por la cara que, con nuestro dinero, está salvando el suyo. Sí, con nuestro dinero, porque somos nosotros los que mantenemos la maquinaria del Estado que les permite reclamar con todos sus etcéteras. Los pringaos no tenemos nada, por no tener, ni deudas, porque pensábamos que algo raro había… o porque no queríamos meternos en cosas que no sabíamos cómo iban a resultar («cagones» nos llamaban).
«El más listo de la clase» va luego de solidario y exige que se modifique la ley, «porque nos favorece a todos». Confunde, a propósito, «es bueno» con «me conviene». Y cambiará de conveniencias cuando considere que puede sacar más… dinero. En esta sociedad, desgraciadamente, casi todo es cuestión de dinero.
Normalmente, la gente que no tiene carné de conducir no compra coches; la gente alérgica, evita los productos que le atacan; actuar de otra manera es irresponsable. Hay, también, víctimas de engaños… ¿tantos son los engañados?, ¿tan buenos son los engañadores?
¿Es que todo se arregla con dinero? ¿Acaso todo tiene un precio? ¿Y el paradigma moral?
Y, con la que nos está cayendo, se confirma, una vez más, que, si debes, por ejemplo, 12.000 euros a alguien, tienes un problema con ese alguien; pero si le debes, por ejemplo, 120.000.000 (ciento veinte millones) de euros… entonces, tu acreedor tiene un problema contigo.