Una de esas cosas que deberían “venir de serie” en un catequista es el demostrar el amor a la Iglesia con su vida religiosa, con su ser en la fe, y recordar que el amor pide que lo manifestemos. El amor no declarado no es amor. Pero “eesss queeee” … ¡Yo no quiero ser un catequista marginal! Quiero ser santo. Por eso les pido que recen por mí a las personas con las que “trabajo” .
En ocasiones, creemos que no hace falta demostrar amor a la Iglesia, defenderla; y resulta que sí, que hay personas que tienen dificultad para dedicarle tiempo y espacio a la Iglesia. Es difícil abordar las críticas documentadas, aunque la retirada no es la solución. Como decía Martín Descalzo, rechazar a la Iglesia y decir, “creo en Dios, pero no en la Iglesia” o cosas similares, parece tan inverosímil como decir “quiero al alma de mi madre, pero a mi madre no”.
El pasado sábado hice nuevos amigos argumentando los porqués de mi amor a la Iglesia:
- Quiero a la Iglesia porque salió del costado de Cristo, que murió por ella y para darle el ser. ¿Cómo amar a Cristo sin amar las cosas por las que él dio su vida? La Iglesia, buena, mala, santa, pecadora, fue y sigue siendo Esposa de Cristo: ¿puede uno amarle y, al mismo tiempo, despreciar a su esposa?
- Quiero a la Iglesia porque ella es la que me ha dado a Cristo y todo lo que sé de él. Por medio de muchas personas y a través de los siglos, me ha llegado Jesús y me ha llegado el Evangelio. Ella no es Cristo, pero sí es de Cristo. Y por ella me ha llegado todo lo que es bueno.
- Es cierto que, a lo largo de los siglos, se han cometido grandes equivocaciones; aún hoy se hacen barbaridades. Pero la historia de la Iglesia también está llena de santos, de ejemplos de amor vivo, que puedo imitar y que me dan ejemplo.
La Iglesia es mi madre. Realmente: fue a ella a quienes mis padres pidieron el bautismo (cosa que recalco y recuerdo), es en ella donde me he formado y construido. Vuelvo a Martín Descalzo, “ella es mi madre y mis hermanos”, “¿me voy a avergonzar de sus arrugas cuando sé que le han nacido de tanto dar, de darnos la vida?”
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