Malas consejeras, las dudas. Igual que las prisas. Lo razonable es compartirlas y pedir ayuda y no correr demasiado.
Las personas necesitamos sentirnos queridas. Poco más. Vino a la parroquia una abuela a pedir día y hora para un bautizo; tenía prisas: prisa para fijar la fecha, prisa para solucionarlo todo… creía que, metiendo prisa, nadie le iba a preguntar nada. Se encontró con que los padres de su nieto tendían que asistir a unas sesiones de catequesis y después preparar el bautizo con el celebrante. O sea, que la cosa se iba a prolongar más de lo que esperaba.
El día de la primera sesión de catequesis, acude la madre del crío con la abuela del crío. No viene el padre. Tampoco los padrinos. No hay padre: bueno, sí que lo hay, pero… es difícil…, las cosas a veces…, ¿es necesario hablar de eso? Versión corta: fecundación in vitro, madre soltera. Bien: ¿y los padrinos? La madrina será la abuela. Ya sólo quedaba uno por aparecer: el abuelo no quiere ser el padrino y no tienen más hijos ni conocen a nadie… ¿Por qué nos empeñamos a crear problemas donde no existen? El abuelo, que es un señor normal, fue el padrino.
“Es que creíamos que nos iban a decir que no”. Yo les contesté: “Y también pensasteis que somos tontos de capirote o malos de toda maldad”. Silencio espeso. Comenzó la primera sesión de catequesis, esta vez un poco más larga de lo habitual, porque había mucha tela que cortar. La madre se echó a llorar, la abuela quería responder ella a todas las preguntas, dar su opinión en todo momento, en suma, sobreproteger a su hija. ¿Para qué? El niño es una preciosidad y Dios ama a todas sus criaturas, si encima sus padres quieren que sean hijos suyos, ¿qué más ni mejor? Además, nos encontramos ante una situación de hechos consumados; como le dije a la madre, ahora amiga mía ya, no me estaba consultando acerca de lo que iba a hacer, sino que estaba pidiendo ayuda y cariño y comprensión para lo que había hecho. Quede claro que abordamos el asunto en profundidad: la cuestión de los embriones congelados, la cuestión de la figura paterna, la cuestión de las respuestas a las preguntas del niño, que llegarán, seguro. Tiene tarea; su conciencia también. Pero eso no es óbice para abordar la realidad como se presenta, acoger en familia, acoger en la Iglesia, amar.
La madre es una habitual en la misa de las familias del domingo; el niño, un bendito, de los que no arman follón. La abuela sigue queriendo mandar y organizarlo todo. Business as usual. Insisto, las personas necesitamos sentirnos queridas. Poco más.
Sin COmentarios