Para estar con todos, vivir con todos, sentir con todos. Comunión con todos sus significados.
Tienen nueve años. El próximo mes de mayo harán la primera comunión. Y no estaban bautizados. Lo están desde el 19 de diciembre del año que acaba de terminar; ya han entrado en la Iglesia.
Los padres de los mellizos vivían juntos, alejados de toda práctica religiosa, rehenes primero del “ya decidirán cuando sean mayores” (traduzco: no quiero complicarme más la vida ahora), presos después de la dejadez. Del ya veremos es fácil pasar al después y desde ahí, el salto al nunca está tirado. Total, que los niños no estaban bautizados. Pero como había dando vueltas un runrún de algo, cuando tuvieron edad, les escolarizaron en un colegio católico. Buena cosa, por un lado; fuente de confusión, por otro: haz lo que te digo, pero no lo que yo hago.
Los padres dejaron de vivir juntos. La madre se casó con otro señor, esta vez “por la Iglesia”. Continuaba alejada. El padre se fue acercando a la fe que nunca había abandonado del todo; poco a poco, Una conversión en toda regla. Llevaba varios años tratando de sacar el tema del bautizo de los críos: nunca era buen momento; la relaciones entre los «ex» no siempre son fáciles. Algo le decía que hacer el esfuerzo de pagar la educación religiosa, de llevarlos con él a misa, de hablarles de Dios, tendría que conducir a algún sitio bueno.
Ha sido la cercanía de la primera comunión con los compañeros de colegio, lo que ha precipitado las cosas. Como tantos casos hoy en día, la comunión hace la “comunión”. Y las personas responsables asumen su parte. Dios pagará a este padre su constancia desde el sufrimiento. Dios recompensará a esta madre su aceptación de las cosas, aunque haya sido con la boca pequeña. Los niños están en el buen camino.
Las sesiones de catequesis «prebautismal» dan para un corto de cine: ante todos los tópicos que se pusieron sobre la mesa, paciencia y amor para rebatir; ante todas las justificaciones innecesarias, cariño y no juzgar; ante todas las dudas, razones y emociones. Y el amor de Dios rondando. La clave está, como en todas las relaciones, en dedicar tiempo sin mirar el reloj y apasionarse por hablar de amor.
El día de su bautizo, disfrutaron como lo que son: ¡como niños! Vestidos con unas albas ad hoc, o sea, de blanco, comprendieron que sus padres, que les trajeron al mundo por amor, aunque sin pedirles permiso, seguían queriendo lo mejor para ellos y les estaban haciendo un regalo: llevarles a Dios. Nunca podrán hacerles un regalo igual. Han tenido el coraje de hacérselo.
P.D. Queridos lectores de este blog: a partir de hoy me dejo de monsergas. Quiero compartir con vosotros mis experiencias personales y concretas, el día a día de mi vida como profesional cristiano, como catequista en camino hacia el diaconado permanente. Os agradeceré vuestros comentarios, vuestras opiniones, vuestros consejos. Y vuestras oraciones. Un abrazo en Jesús y María.
Sin COmentarios