El próximo sábado mantendré un coloquio con jóvenes que quieren casarse por la Iglesia. ¿Tema?: la conciliación entre la vida familiar y la vida laboral. Cada vez que abordo este asunto, pienso en la cantidad de personas que lo analizan como una cuestión relacionada con los derechos laborales… y no con el proyecto de familia.
Voy sacando el tema con las personas que tengo cerca, para contrastar opiniones, para ver reacciones y respuestas. Mala cosa cuando la sociedad establece tus prioridades. «¿Proyecto de familia, dices?» Es que esa es la cuestión: cómo de importante es para ti tu mujer o tu marido; qué quieres para tus hijos, si los tienes ―porque quienes no tienen hijos o los tienen ya creciditos, «también» concilian. Y qué opinan ellos del tema, mejor, qué esperan de ti y contigo; cuánto te importa su felicidad ―no tu idea de lo que debe ser su felicidad.
Ya sé que están de por medio la carrera profesional, la cuestión de los horarios, el dinero para pagar el alquiler o la hipoteca, etc. ¿Cuáles son las prioridades que habéis definido tu cónyuge y tú?, ¿cuánto le quieres?, ¿qué lugar ocupa la santidad en vuestras vidas?
¿Qué es lo fundamental y qué lo accesorio en vuestras vidas? A lo mejor, en una sociedad como la nuestra, occidental, capitalista, hedonista, etceterista, nos toca aplicarnos unos versos de Alice Walker: «Mientras el amor no esté de moda/vivamos pasados de moda».