¿Tenemos que vivir escondidos? ¿Por qué? Uno sólo se esconde cuando, consciente de obrar mal, no quiere que le encuentren. O cuando le persiguen y su vida peligra.
Un buen amigo mío, Carlos, alto directivo de una empresa de las grandes en España, ha “padecido” el envío de un “anónimo” dirigido al más alto nivel en su organización, protestando por haber hablado de Jesús en una reunión con su equipo. Decía la persona que no firmaba el mensaje, que mi amigo vulneraba la libertad de conciencia en la empresa y la aconfesionalidad del Estado. Me pregunto: ¿Por qué?, ¿cómo y en qué? Él simplemente habló de su experiencia vital, de cómo Jesucristo ha sido quien le ha ayudado a poner su vida en orden (he estado presente en una de sus presentaciones… y “le echa un par”), a comprender sus equivocaciones, como perder a su familia, o ver sólo recursos sonde hay personas (él habla incluso de “su pecado”), y anima a los que trabajan con él a no romperse, a buscar dentro de sí mismos, a abrirse a lo espiritual de su ser y a plantearse su escala de valores, los qués y los porqués de sus vidas. Eso no significa renunciar a trabajar como lobos, a cumplir con lo que se espera de ellos, a alcanzar sus objetivos. A ganarse el sueldo, añado yo. Se trata de no confundir trabajar con echar horas. Se trata de comprender que la persona es una obra maestra: la obra maestra de Dios.
Ayer volví a ver por la tele el anuncio de Caritas: Me produce una tristeza infinita que no se mencione a la Iglesia católica en él. ¿Quizá porque haya quien lo considere una debilidad? Convendría recordar que los cristianos no deberíamos actuar por filantropía, sino por amor a Dios. Y que Caritas es Iglesia. Otro buen amigo, Miguel, tuvo la enorme bendición de compartir, hace un montón de años, un rato a solas con santa Teresa de Calcuta. Cuenta como ella le tomó de la mano (lo hacía con muchos, pero esta vez con él) y le señaló que lleva el Evangelio en sus manos: “you did it to me”, le dijo, tocándole los dedos, uno por uno, y recordándole que tenía que ver al mismo Jesús que contemplaba en la Hostia santa en cada una de las personas a las que atendía.
¿De qué tenemos que escondernos los cristianos? ¿Por qué seguir relegando al ámbito de lo privado nuestra fe? Me reitero en algo que me lleva a discutir una y otra vez: el voluntariado no es un fin en sí mismo, no “actuamos por y para nosotros”, ni siquiera “por y para las personas a las que atendemos”, sino por amor a Dios; cuando pedimos ayuda económica, pedimos limosna, no hacemos campañas de fundraising.
Los cristianos, cuando nos comportamos como lo que somos, en cualquier ámbito, estamos dando testimonio de nuestra fe. Yo no pienso actuar de tapadillo… y no por eso soy menos profesional ni menos padre de familia ni menos hombre de mi tiempo ni menos nada. Sólo quiero que Dios me mire con amor y me corrija cada vez que no actúo según su voluntad; no quiero ser “cristiano con maquillaje”. Cuando me escondo, estoy invitando al mal a obrar, le estoy dejando espacio libre. Que mis errores sean por incapacidad o por ignorancia o por torpeza, pero no por falta de voluntad.
Gracias Carlos y Miguel. Gracias, Señor. A quienes me leéis, besos y abrazos, según proceda.