Uno. “María, Madre de gracia, Madre de piedad y Madre de Misericordia, defiéndenos… y ampáranos…”. O sea, que la misericordia viene siendo, para quienes rezamos el Rosario, algo cotidiano. Y pedimos a diario a la Virgen que, en virtud ser Madre de la misericordia, haga cosas concretas para nosotros.
Dos. “No podemos olvidar que cada uno lleva consigo el peso de la propia historia que lo distingue de cualquier otra persona. Nuestra vida, con sus alegrías y dolores, es algo único e irrepetible, que se desenvuelve bajo la mirada misericordiosa de Dios” (MM 14). Grande, de nuevo, Francisco, al recordarnos que no miremos a las realidades de las personas fuera de su contexto emocional y vital. ¡Gracias, Santidad! Por cierto, vaya Carta se ha despachado… breve, precisa y a la cabeza, «para que no cojee» (perdóneme, santo Padre, si me he pasado de coloquial).
Tres. “Me siento discriminado por razones de fe”, decía él; “no, si acaso porque eres lefebriano”, le contestó otro. Yo, el tercero, miraba, hasta que me dejaron meter baza. ¿Qué nos conduce a pensar en términos abstractos, cuando conversamos de “cosas importantes” con amigos?: la vida es concreta. No existen las personas: en este caso existen Javi, Juan y Jaime. Y cada uno lleva a cuestas sus cadaunadas. Y no existe eso de ser tal o cual. Actúas.
Alzábamos un poco la voz; el camarero nos miró con cara de vinagre. “Se está jugando la propina”, “no seas animal, tío”. Todo porque estábamos discutiendo acerca de la moralidad de una decisión que tenía que tomar uno de los tres y que afectará a decenas de personas en una empresa. Y a los tres nos ocupa que el interesado pueda hacer lo que debe hacer, sabiendo lo que tiene que hacer y cumpliendo con la voluntad de Dios. En una cosa estamos los tres de acuerdo: una vez la solución esté más o menos clara, a rezar ante el sagrario. El camarero, que pegaba la oreja, se sonrió cáusticamente, al tiempo que hacía un gesto, cuando oyó lo que decíamos. “Ahora sí que te has jugado la propi ―dije yo al salir―, por cotilla y por opinar”.
Cuatro. Sí, las cosas importantes hay que rezárselas. Bueno, las otras también.
Nota: la imagen «cordura y sensatez» pertenece a la revista El Heraldo.