Tenemos que salir a los cruces de los caminos. Lo decimos con frecuencia. A dar testimonio, claro. ¿Y?
No son pocas las ocasiones en las que nos ocurre como en el mundo del trabajo: buscamos el «proyecto grande», «el que resuelve los objetivos que tenemos asignados. Olvidamos que muchos pocos hacen un mucho, o, al menos, no lo tenemos muy presente. Parece que llegar a una sola persona es poco. Imaginemos por un momento que Jesucristo hubiese dicho a Zaqueo o a la samaritana que aguardasen a tener un grupo en el que integrarse, que ya les llamaría.
Tenerlo presente me ha sido de gran ayuda hoy. En lo profesional y en lo pastoral. De cara al trabajo, construir un proyecto a poquitos me está garantizando asumir riesgos menores, si bien me está exigiendo estudiar y trabajar para lo poco lo mismo que me ocuparía hacerlo para un asunto cuatro o cinco veces mayor. Y sin economías de escala: es decir, que si tengo que replicarlo, tendré que volver al punto de partida cada vez, aunque no pueda cobrar lo mismo en cada repetición. En positivo: estoy aprendiendo mucho y ganando experiencia en cosas nuevas. Bueno es recordar que trabajar cansa… y trabajar mucho cansa mucho.
Vida pastoral: cada vez que alguien se acerca a consultar o a trabajar algo acerca de su vida espiritual, te hace un regalo, te está ayudando a dar gratis lo que gratis has recibido. Después de haber tenido que hacer encaje de bolillos para cuadrar agendas y resolver las cuestiones profesionales de manera que ellos pudiesen acudir juntos a la preparación del bautismo de su tercer hijo, ha venido ella sola: su marido tenía mucho trabajo. Maravilloso: hemos profundizado en su vida como madre cristiana. Al final, su marido ha aparecido pidiendo sinceras disculpas. A la vuelta del verano nos jugaremos a los chinos quien paga el café.
Uno a uno.