Pero cosas que no ponemos en práctica, al menos yo, si no pienso en ellas: Son de esas ideas que siempre rondan por la cabeza, pero que piden más. De vuelta al ritmo profesional diario, uno quiere ser capaz también de estar en la mente de sus amigos. Y para ello no hay más ni mejor método que llamarles, o enviarles mensajes. ¿Quedar con ellos? Rezar por ellos es, seguro, lo más bonito; pero “parece poco”. ¿? ¡Qué débiles y pobres somos!
Lo cierto es que se impone tener paciencia. No hay que verlos a todos, hablar con todos, inmediatamente. El medio y el largo plazo también existen. Incluso habrá que hacer algún sacrificio: Normalmente hay que renunciar a algo para conseguir otro algo.
Conviene, también, reconocer las limitaciones propias, agradecer que haya alguien, siempre lo hay, velando por lo que hacemos (el ángel de la guarda existe). Y recordar que, salvo que uno sea el que escriba los planes de los demás, no podrá organizar su agenda (la de ellos); recordar que la arrogancia suele llevar al fracaso; pero que el fracaso es parte de nuestra vida y debemos aceptarlo.
Todo esto viene a cuento de que casi nada de lo que había planificado, incluso anotado y organizado con precisión en una hoja de cálculo para este pasado fin de semana… me ha salido como pensaba.