Si la poesía tiene como atributo revelarnos una parte del Ser, que nace de una armonía sutil, discreta, y que conmueve a los hombres, los lugares y las estaciones, debemos admitir que las costumbres de Bob Dylan sí, repito, sí son poéticas. He leído algunas diatribas en contra de que le hayan concedido el premio Nobel. Algunos me lo han criticado porque no se ha estado nunca quieto en su búsqueda religiosa, incluso ofendiendo a la Iglesia (¿?: si ese es el criterio…). No voy a defender lo indefendible: Juan Ramón hablaba de la poesía pura «vestida de inocencia» y la contraponía a la «iracundia de hiel y sinsentido» de los «ropajes». Pura, no revestida de artificio huero, es buena parte de la poesía de Dylan (Zimmerman).
De Juan Ramón me gustan los «romances de Coral Gables», el resto me aburre. De Aleixandre me gustan «el Vals» y «En la plaza» (no puedo con las espadas ni con los labios). De Walcott, apenas el «Omerus». Por recordar poetas.Todos han sido galardonados con el mismo premio. ¿Que Bob Dylan no es Alice Walker? Entrar en disquisiciones vacías no aporta gran cosa. La cuestión no sólo no es comparar, sino saber si hay buena poesía en la contemporaneidad americana: ¡la hay!
Por cierto, los poemas de Bob Dylan sí que aguantan el rigor del papel. Además, versificar con agilidad y no tirarse años «puliendo un verso» no es tampoco criterio. ¿Que le ayuda la música? Probablemente sí. No sé si no pocos poemas de «poetas consagrados por los pseudos de salón» aguantarían en rigor de una melodía buena.
Gracias por aguantarme el desahogo. Dos regalos: «Duquesne» (y la letra) o «Changing of the guards» (y la letra).