«¿Así me llamas Dios? ¿Así me quitas
lo que me pesa, así me desescombras?
Lo que me digas hago:
Yuxtaponer sobre mi piel de piedra
tu corazón de amor
y ver lo que se pega,
y suspirar para que en mí tu entrega
sea sustancia ya,
materia sin sequía, compañera
del alma que me vive la conciencia».
¡Gracias, Señor, por el regalo de un año más! Ojalá sea capaz de dar a los demás tanto, al menos, como reciba de ellos. Y enséñame, Madre, a «meditar las cosas» en el corazón. Feliz Año Nuevo.