Por estas fechas, en prácticamente todas las empresas se organizan comidas o cenas de Navidad. Es el momento en que está a punto de finalizar el ejercicio económico, donde prácticamente te juegas la consecución de los resultados y por ende, el cobro del bono asociado a los mismos, cuando existe esa presión por dar el último empujón a las ventas, y cuando parece que el mundo se acaba porque hay que cerrar todo antes del 31 de diciembre. Bueno, pues justo ahí, es cuando nos vamos a comer o a cenar con los jefes y los compañeros de trabajo.
Las chicas se ponen un poco más guapas de lo habitual, los chicos son más simpáticos y están de mejor humor que lo normal, se multiplican las conversaciones, se comentan las anécdotas del trabajo, se entrecruzan algunas miradas picaronas, se oyen risotadas, …Todo es alboroto, algarabía, follón…Eso sí, a la hora de los postres y justo antes de la primera copa, todo el mundo calla: el jefe va a hablar. Y va a lanzar los tradicionales mensajes de todos los años. Ya nos los sabemos todos. Son siempre más o menos los mismos. Pero es el jefe y nos vemos en la obligación de guardar silencio y escucharle, no vaya a ser que…Te suena todo esto, no?
Qué bonito sería que tú o yo, como jefes, aprovecháramos ese minuto de silencio para explicar que lo que celebramos en realidad es un cumpleaños. Que celebramos el nacimiento del Niño Jesús. Que la única razón por la que somos capaces de parar la actividad frenética del día día justo al final del año, es porque Dios se encarna. Y que eso que por ahí se llama «espíritu navideño» no es tal, sino que es la presencia real y verdadera de Dios en nuestros corazones. Y que esa presencia real hemos de conservarla todo el año. Dentro de la empresa y fuera de ella. Con nuestros compañeros y con nuestros amigos y con nuestras familias.
Y qué mejor manera de cerrar el discurso que con un brindis para dar gracias a Dios por volver a venir. Y para pedirle que se quede con nosotros en la oficina y nos ayude a cerrar este ejercicio y los siguientes con mucho éxito.
Queridos dueños o directivos o jefes que me podáis leer: os animo de corazón a que lo hagáis; no os dé vergüenza. Vuestros empleados y sobre todo, el Niño Jesús os lo van a agradecer.
FELIZ NAVIDAD!!