Soy de los que piensa que en teatro, después de Shakespeare, todo es decadencia. Ha habido autores geniales, hondos, innovadores, sorprendentes, pero todos, absolutamente todos, tienen que elevar la mirada si quieren contemplar el talento del inglés. Nadie ha escudriñado
“La obra de Cervantes nos muestra una humanidad muy compleja, y llena de hechos heroicos, de bondad, y también engaños, trapacerías y bellaquerías, de cosas lamentables; pero hay siempre una mirada hacia lo alto”. Esa luminosa “mirada hacia lo alto”
“A veces tengo esa sensación de que todos los ayeres laten bajo la tierra como si se resistieran a desaparecer del todo, el enorme cúmulo de lo conocido y desconocido, lo contado y lo silenciado, lo registrado y lo que
Señalaba el filósofo José Antonio Marina en su obra Teoría de la inteligencia creadora, que su ideal pedagógico sería «enseñar por artes de encantamiento», porque la ciencia (y el arte) es, ante todo, seducción. Y no hay camino mejor para
Un hombre solo y en la noche. Un extranjero. Con todas las resonancias que esa palabra posee en el francés original: extraño, diferente, aislado, ajeno…
Acude uno al teatro con la secreta esperanza de poder atisbar si quiera un poco de belleza. De belleza con mayúsculas. De esa que se te clava y no te suelta, que te empapa y te desborda, de esa que
Ponía Antonio Machado en boca de su poeta apócrifo Juan de Mairena las siguientes palabras: “Lope es una puerta abierta al campo, a un campo donde todavía hay mucho que espigar, muchas flores que recoger”. Porque todo Lope de Vega,
Es difícil el teatro dirigido a un público infantil. Ha de tener los ingredientes necesarios para atraer a unos pequeños espectadores muy exigentes, y la capacidad de enganchar de alguna manera a los mayores, porque los niños no tienen por
Decía Ortega y Gasset que Don Juan “representa uno de los pocos temas cardinales del arte universal que la Edad Moderna ha logrado inventar y añadir al sagrado tesoro de la herencia grecorromana”. En efecto, de los cuatro grandes mitos