Hay textos que nunca pasan de moda y adquieren la categoría de clásicos porque uno es capaz de hacerlos suyos hasta con los ojos cerrados; otros, en cambio, se perpetúan en el tiempo por la sencilla razón de que los años los condenan a ir juntos de la mano, porque la cosa no cambia. Pues bien, este es el caso de El Hotelito, una comedia al estilo costumbrista donde el tema de España continúa igual de descafeinado que hace veintiocho años (ahí es nada).
Lejos de escapar de los mítines políticos y las banderas, Gala regresa a los escenarios con una pieza que aborda el tema de la historia de España como si de una gran familia se tratara. Cinco primas, cada cual más estereotipada, forman el elenco: Cataluña, Galicia, País Vasco, Andalucía y Madrid, quien, como abanderada, ‘centraliza’ en sí al resto de las diecisiete primas. Viven todas bajo el mismo techo, el de un hotel algo desvencijado ya por el paso del tiempo, de cinco siglos concretamente, y que están a punto de vender a una extranjera. A partir de ahí se pueden imaginar cómo se desarrolla la historia. Las primas que opinan de si vender o no, rememoran entre carcajadas y guiños su pasado de gloria, las rencillas políticas, los escarceos sibilinos y hasta los deleites culinarios se dan cita en esas cuatro paredes. Y por supuesto -si bien no lo he comentado hasta ahora- con ese runrún de acentos y postureos que adoptan como si de una pose se tratara y que delatan una idiosincrasia más bien ridícula de cada una de ellas.
Pero no quiero que piensen que no tengo sentido del humor; nada más lejos de la realidad. Yo sé que esta obra hay que vivirla como lo que es: una comedia al estilo España ‘cañí’ donde la andaluza da palmas y olés, la catalana hace cuentas, la vasca reza, la madrileña coordina y la gallega no sabe ni qué hacer. Y créanme que es un acto necesario esto de reírse de uno mismo, o lo que es mejor, contemplar a estas cuatro mujeres y reconocerse por momentos en sus muecas… Lástima que el esperpento no alcance su punto culminante por el texto mismo que al principio se dilata, pero que, por fortuna, remonta y consigue salvarse de la mano de estas actrices (Alejandra Torray merece un ¡hurra!).
En cualquier caso, quiero que sepan que me parece una obra necesaria sobre todo por lo que dice. Es divertido ver cómo construimos nuestra historia, la interior, esa donde nos sentimos diferentes y la exterior, con esa lucha por sentirnos especiales. Porque no es más que la eterna disputa de los márgenes y las orillas (me gustan más estas palabras que el término ‘frontera’, que por momentos intimida y hasta posiciona). Lo cierto es que estamos ante una obra de franca actualidad. Dirigida, tal vez, a un público muy concreto, si usted busca respuestas o quiere reafirmar sus posiciones, puede que este no sea su espectáculo. Ahora bien, si lo que busca es una reflexión sencilla, un disparate sin maldad y con mucho salero, donde pueda reconciliarse con su genealogía y no se ofenda (por favor, no se me ofenda con el tema de los acentos, forma parte del espectáculo –lo matizo como gallega que soy-; ya estamos…); no tienen más remedio que acercarse hasta la Plaza de Colón para sonreír con estas mujeres. María Casal y María Garralón (…), Bárbara Rey, Elena Martín y Alejandra Torray (¡bravo!) forman el cuadro de El Hotelito. Mara Recatero a la cabeza, no se olviden, repite con la obra. Eso ya les tiene que decir mucho.
Vayan a ver la obra. Vayan a vivir la obra. Vaya a pensar la obra. Vayan, simplemente, las puertas están abiertas.
Iria F. Silva (@iriafsilva)
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★★☆☆☆
El hotelito |
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