Desde hace años, siempre que escucho decir que en el matrimonio se trata de “soportar al otro”, me rebelo. Porque el matrimonio no va de soportar, va de querer. Y “soportar” me suena muy negativo, me suena a carga indeseada, a algo que te aplasta y no te puedes quitar de encima, “tú aguanta” aunque no te guste lo que aguantas. O, mejor dicho, a quien aguantas.
Pero desde hace una semana he tenido que replantearme las cosas. Leo un artículo de Enrique García-Máiquez (http://www.diariodecadiz.es/opinion/articulos/hermosa-palabra_0_1186981801.amp.html?utm_source=rss&utm_medium=rss) y me encuentro esto: “soportar, esta bella palabra. Bellísima, y yo no lo sabía”. Y ¡yo tampoco lo sabía! Pero ciertamente Enrique tiene razón cuando dice que “”soportar” debe de ser dar apoyo, sostener, elevar”. Visto así, no me queda más remedio que rendirme y reconocer que estoy equivocada: sin duda, mi marido me soporta porque me apoya, sostiene y eleva. Y espero que él pueda decir lo mismo. Así que el amor conyugal también es soportar, y yo no lo sabía; creo que nunca me he alegrado tanto de estar equivocada.