La amistad, como todas las relaciones personales, suele comenzar por la atracción: conoces a una persona y surge una emoción, un sentimiento; te fijas en esa persona, te das cuenta de que existe y no te deja indiferente, te resulta una persona atractiva.
Ahora bien, esa atracción es un primer paso; para que haya una auténtica relación hay que dedicar tiempo para conocer al otro. Y en el trato personal aprendemos a integrar sentimientos y emociones con razón y voluntad. Habrá momentos en que prima el sentimiento y todo resulta fácil. Pero habrá también momentos en que la relación se hace más difícil y el sentimiento no es tan intenso; es el momento en el que razón y voluntad dan un paso al frente para mantener esa amistad que hemos elegido. De este modo, una relación madura no depende del estado de ánimo, de por sí cambiante.
Es muy importante tener claro que una relación no puede basarse sólo en emociones. Y esto también es aplicable a nuestra relación con Cristo vivo: con Él entablamos una relación personal que, como todas, pasará por momentos más emotivos y por otros más áridos. Lo que me lleva a pensar en algo importante para la evangelización, especialmente para la evangelización en internet: ¿estamos propiciando un auténtico encuentro con Cristo, o sólo suscitamos emociones?