Estoy preparando un taller sobre cómo el uso de los medios digitales está cambiando la forma de relacionarnos. Al mismo tiempo, he recibido varias consultas en las que el problema es una infidelidad. Consultas que me han sorprendido porque son matrimonios de personas aparentemente felices, que se casaron hace poco, enamorados, sabiendo lo que hacían, eligiendo el matrimonio y a la otra persona por amor y para amar, con un proyecto de familia, apoyados por su entorno…
Tengo todo esto a la vez en mi cabeza y mi corazón; me preocupa y me duele. Y veo conexión entre una cosa y otra: la forma en que nos relacionamos está cambiando. Y empezamos a pensar que entablar una relación con una persona que no es el cónyuge, sin que llegue a una relación física, no es una infidelidad. Que esto empieza a estar asumido lo veo hasta en los anuncios de televisión:
Pero el mensaje del anuncio es peligroso: el amor hay que cuidarlo y se hace con decisiones que tomas todos los días. El centro de tu corazón debe estar reservado para la persona amada. Y al corazón se llega desde los sentidos, desde la imaginación, desde la comunicación… Así que para guardar el corazón debes guardar las vías de acceso. Si miras a otra persona como sólo debes mirar al amado, abres a esa otra persona un camino de acceso a tu corazón que debería estar reservado. Si se te van los ojos, la imaginación, el deseo, las ganas de compartir lo que piensas o vives… detrás de una persona que no es aquélla a la que has entregado tu corazón, algo pasa. Todo eso te está avisando de que tienes que fortalecer tu relación matrimonial, son indicadores de que las cosas no van como deberían. Puedes elegir cuidar tu matrimonio y recuperar el amor; o puedes elegir entrar en un terreno resbaladizo que lleva a la doble vida. Pero no te engañes pensando que los actos pequeños no tienen importancia: los actos tienen consecuencias y no sólo para ti. Porque muchas decisiones aparentemente pequeñas son importantes y hay amores que merecen toda tu vida.