Más de 1.100 millones de personas en el mundo viven en pobreza extrema. El documental Living on one dollar (Viviendo con un dólar) cuenta la experiencia de dos jóvenes americanos que viajaron a Guatemala para vivir en sus propias carnes esta realidad. En las zonas rurales del país latinoamericano siete de cada diez personas viven con un dólar al día
«Yo pensaba que iba a estudiar la carrera de enfermería, pero no pude hacerlo. Después de sexto grado mis padres no pudieron darme estudios. Veía a las otras niñas y yo me sentía muy triste porque ellas iban bien vestidas, tenían zapatos, tenían todo y yo no» cuenta, entre lágrimas, Rosa Coj dentro del documental Living on one dollar.
La película nació de la mano de dos estudiantes estadounidenses de ciencias económicas, Chris Temple y Zach Ingrasci, de 20 años. Habían tenido clase de Desarrollo internacional y decidieron experimentar cómo se vive en pobreza extrema en una zona rural de Guatemala, Peña Blanca, representativa de esta situación. Embarcaron en esta aventura a Ryan y Sean, dos amigos que grabarían el documental.
Se fueron 56 días con 56 dólares cada uno. «En lugar de darnos cada día un dólar, nuestros ingresos serán impredecibles», explica Chris en el video. «Hacemos esto porque nuestros vecinos trabajan de forma irregular, como jornaleros, y nunca saben cuánto les pagarán, ni cuándo». Así comenzaron a reproducir el modo de vida de sus vecinos de Peña Blanca. Primero pidieron un préstamo para pagar un «techo» donde dormir, (una cabaña con un suelo duro que hacía de colchón) y una tierra para cultivar rábanos. Pronto conocieron la malnutrición, el desgaste y el abatimiento.

Zach Ingrasci y Chris Temple con Rosa Coj (Fuente: Living on one dollar)
«Si pudiera… sería futbolista»
Víctor y Rosa Coj tienen seis hijos. Viven con menos de un dólar al día por persona, en una casa de una única habitación y sin electricidad. Tampoco pudieron afrontar los gastos escolares -25 dólares- para que su hijo Chino, de doce años, continuara estudiando. Chino tuvo que ponerse a trabajar en el campo.
Cuando le preguntaron a Chino qué querría ser de mayor si pudiera elegir, contestó «voy a ser jornalero». Chris le volvió a preguntar «Pero si pudieras elegir ¿qué serías?», entonces Chino respondió «sería futbolista». Chino, a su corta edad, no sueña, «tiene asumido que va a ser jornalero», explica Zach. «Creo que su situación es lo que les frena y no quienes son», dice Zach.
Pequeños gestos generan grandes impactos
«Una de mis dudas era si la gente que vive en pobreza extrema piensa en cómo gestionar el dinero, o sólo intenta sobrevivir, sacando de donde no hay», cuenta Zach.
Antonio Solaris es el único en la aldea con trabajo fijo. Él y su esposa llevan una casa de ocho miembros con 1,25 dólares por cabeza y día. «Nos enseñaron a hacer fuegos más eficientes, comidas más nutritivas y a regatear mejor en la ciudad. Viviendo tan al límite, esos pequeños cambios tienen gran repercusión», explica Chris.
Antonio es el único que, por su estabilidad laboral, puede pedir un crédito en cualquier banco. Así lo hizo para ayudar a Víctor cuando su mujer cayó muy enferma. «Es una comunidad muy unida. Su generosidad es inconmensurable. No tienen nada pero lo dan todo», explica Chris.
El Banco de Desarrollo Rural guatemalteco creó un sistema de microcréditos para las familias desfavorecidas del país. Rosa Coj consiguió así montar un negocio de telas y no abandonar su sueño de seguir estudiando. «Para mí el préstamo fue la solución. Con las ganancias puedo pagarme los estudios», dice Rosa.
Para Chris y Zach acciones de este tipo son claves. «Hemos destinado dos billones y medio de dólares al desarrollo internacional para acabar con la pobreza y muchas veces sólo la empeora. Por eso aquí intentamos demostrar el poder de las soluciones parciales», explica Chris.
Living on one dollar se proyectó en Estados Unidos en 2013 y recibió la aclamación del público y de profesionales del cine. A raíz del éxito, Chris y Zach crearon la ONG Living on one, que produce películas y vídeos para concienciar y promover acciones humanitarias.
María Espinosa García-Valdecasas