“X” es una antigua conocida de Madrid. Está en la calle desde siempre, desde cuando, aún siendo una niña, se escapó de casa y nadie la echó de menos
No nos importa el nombre, tampoco su edad. No quiero etiquetarla, sólo quiero que a través de la fotografía os llenéis de emoción al observar cada una de las arrugas que marcan su rostro. Su mirada cuenta infinidad de historias, buenas y no tan buenas, pero no deja que “X” ,que es como la vamos a llamar ,deje de darle una oportunidad a esa sonrisa que luce de medio lado.
Su casa, sus casas temporales, fueron siempre instituciones de acogida. Luego, ya de mayor, la calle se hizo su hogar para siempre. Ella dice que no necesita nada material de lo que nosotros le podamos ofrecer. Solo le gusta sentir la compañía, valora las miradas de tú a tú, y que las personas muestren interés por lo que ella reivindica.
Ahora vive en la Plaza de Callao o en Sol y alterna sus noches entre cajeros y bocas de metro. A veces, duerme acompañada para evitar que la agredan, pues no es la primera vez que algún desalmado le pone la mano encima. El otro día “X”, emocionada, me enseñó un cartel que lucía sobre sus rodillas con unas letras de colores que resaltaban algunos de los derechos humanos. Ella dice que hay cosas que no tienen precio y son más importantes que el dinero.
No es fácil que nuestra sociedad entienda que lo que “X” reclama es aquello que también nosotros reclamamos para nosotros mismos: cariño, respeto, atención, que alguien te eche en falta… Pero si hay algo que debo agradecer es que “X” me ha llenado de argumentos para seguir haciendo lo que he empezado a hacer desde que empecé mis estudios en el tema social, el hecho de salir a la calle y tener una oportunidad para conocer personas maravillosas, personas como ella, capaces de despertar sonrisas y dar una lección de vida a todos los que cada día tenemos acceso a agua caliente, a un plato de comida, a una cama para dormir plácidamente y soñar, soñar sin el miedo de que alguien aparezca a romper nuestros esquemas.
El discurso de acompañar, estar, crear relación… tiene todo el sentido del mundo y no necesita interpretación. Porque todo esto va más allá de ofrecer un recurso para sacar a la persona de dormir en la calle.
Luisa Sánchez Alonso
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