El próximo domingo 17 de enero la Iglesia celebra la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado. El lema para esta jornada es Emigrantes y refugiados nos interpelan. La respuesta del Evangelio de la misericordia
En el mensaje el Papa Francisco hace una llamada a nuestras conciencias y nos dice que cada vez, con mayor frecuencia, las víctimas de la violencia y de la pobreza han de abandonar sus tierras de origen, sufriendo adversidades de todo tipo. Además sufren el ultraje de los traficantes de personas humanas en el viaje hacia el sueño de un futuro mejor. Ante el mayor movimiento migratorio desde la II Guerra Mundial y cómo acoger a los refugiados hablamos con el director de la Comisión Episcopal de Migraciones, el jesuita José Luis Pinilla SJ.
¿Cuál es el mensaje del Papa para esta jornada?
Emigrantes y refugiados nos interpelan. La respuesta del Evangelio de la misericordia. A este mensaje, los obispos españoles han añadido hospitalidad y dignidad. El Papa plantea algo fundamental. Une refugiados y emigrantes como colectivos con una misma causa: las bombas de la guerra y las bombas del hambre. Esto interpela a la conciencia humana, y la respuesta es el Evangelio liberador de Jesucristo, el Evangelio de la Misericordia. No se puede decir más en tan pocas palabras.
El Papa Francisco en la encíclica Laudato si’ habla de refugiados por causas del clima. ¿Cómo es este tipo de refugiado?
Es un fenómeno del que ahora se está teniendo conciencia. Son los refugiados y emigrantes que tienen que huir de su tierra precisamente por las causas naturales que están produciendo los desastres ecológicos a los que nos está llevando esta sociedad tan poco sensible, y donde el papa Francisco ha puesto el dedo en la llaga con la encíclica Laudato si’. En los próximos 50 años ,cerca de 1.000 millones de personas podrían emigrar por razones climáticas.
El asilo climático, aunque no está reconocido en la Convención del Estatuto del Refugiado de la ONU, está llamando a nuestra puerta, uniendo a los gritos de los pobres los gritos de la tierra. No hay crisis separadas, la ambiental por un lado y la social por otra, sino una sola, la socioambiental.
¿Cuáles son las causas de toda esta movilización humana?
El hambre y la guerra. El deseo de las personas que huyen de la guerra, de la violencia, de la falta de derechos humanos, de la falta de trabajo…
Todo esto es posible gracias a una estructura social que provoca que haya unos países con una situación económica que no cuenta para nada con la persona y con el trabajador, con una realidad donde falta lo mínimo vital como es la defensa de la vida, del trabajo, del techo y del pan.
Nos presentan dos tipos de refugiados, uno huyendo de la guerra y otro huyendo de la miseria ¿No tienen la misma causa?
Pues efectivamente tienen la misma causa, pero políticamente se intenta separar. Parece que los emigrantes de primera son los refugiados y los económicos son emigrantes de segunda categoría. Ambos están huyendo de bombas de uno y de otro tipo. Desde la Doctrina Social de la Iglesia a nadie se le puede obligar a emigrar si no quiere.
Por desgracia, en el Estatuto del Refugiado solamente se aludió a los refugiados por las guerras y violencia y no se aludió a los refugiados económicos. Pero la realidad es que tienen una causa similar, fundamentalmente porque la dignidad humana es pisoteada y no se ofrecen posibilidades de desarrollar proyectos vitales. La única diferencia es que el inmigrante económico podrá regresar, mientras que el refugiado de guerra hasta que no acabe el conflicto no podrá hacerlo.
¿Cómo podemos desde España acoger al refugiado o sensibilizarnos con su problema?
Aunque a algunos lo pretendan, no se ha apagado el eco de un hombre vestido de blanco desde una ventana en el Vaticano pidiendo a las familias y a las comunidades cristianas que acojamos a los refugiados y sus familias. Lo que sucede es que en España y en Europa, por el desastre de las políticas migratorias, la clave de la acogida no se ha sabido organizar o no se ha querido organizar.
Por lo tanto, para nuestra desgracia, de los 19.000 de los que estaban posibilitados para venir a España sólo han venido 18. El tema de la acogida, que no depende de la Iglesia sino de la Administración Pública de España y de Europa, está siendo un desastre. Cuando la acogida llegue, la Iglesia estará dispuesta a acoger y acompañarles en su día a día.
Jornada en la Parroquia de San Pablo de Madrid
El mensaje del Papa Francisco hacía un llamamiento a nuestras conciencias diciendo que la indiferencia y el silencio abren el camino a la complicidad cuando vemos como espectadores a los muertos por… penurias, violencias y naufragios. Para evitar ver este drama como espectadores la delegación de Pastoral del Trabajo de Madrid ha organizado un año más en la parroquia de San Pablo, en el madrileño barrio de Vallecas, una Eucaristía y un encuentro donde se leerán varios testimonios de inmigrantes en España.
Gustavo Pineki será uno de los emigrantes que estará presente en la jornada. Él hace 20 años que partió de Perú «porque el grupo terrorista Sendero Luminoso mató a mi mujer, María Elena Moyano». Fue el 15 de febrero, la mataron delante de sus hijos, después destrozaron su cuerpo. «Nosotros también estábamos amenazados, mis hijos y un sobrino».
Gracias a unos amigos de María Elena que eran españoles pudieron gestionar el asilo, «nos lo concedieron de forma rápida y llegamos aquí el primero de marzo de 1992». Reconoce que los primeros años, gracias al Gobierno de ese momento, «tuvieron bastante atención conmigo, porque nos pusieron en un centro de asilo, nos dieron habitación y alimento diario».
Allí estuvieron hasta el mes de mayo, y más tarde le concedieron un piso de alquiler «para vivir un poco más independientes». Les concedieron los papeles y documentos para poder estar en España y conseguir trabajo: «No tuvimos problemas en conseguir la documentación, que he visto que ha sido muy difícil conseguirla posteriormente».
Jesús Berenguer Zamorano
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