Desde 2014 Tailandia está bajo un régimen militar. Pero desde diez años antes han ido desapareciendo personas que luchaban por los derechos humanos.
La historia de los últimos 20 años de Tailandia es una alternancia de golpes de estado con gobiernos militares y democracia con gobiernos corruptos y dictatoriales. En estos años los luchadores en defensa de los derechos humanos desaparecían sin que se encontraran rastro de ellos.
Es el caso de Somchai Neelapaijit, defensor de los derechos humanos, que fue visto con vida la última vez en marzo de 2004. Fue secuestrado por cinco agentes de policía con ropa de civil. En esas fechas Somchai había planteado su preocupación por la presunta tortura sufrida por detenidos a los que representaba a manos de agentes de policía, entre los que figuraba al menos uno de los individuos absueltos en diciembre en relación con su desaparición.
Somchai es la víctima más conocida de desapariciones en Tailandia, pero el Grupo de Trabajo sobre Desapariciones Forzadas del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos calcula que al menos 81 personas más han desaparecido desde los años 80. El pasado mes de enero emplazó al Gobierno a investigar los casos.
La desaparición forzada de Somchai también pone de relieve los riesgos que afrontan las personas que expresan públicamente motivos de preocupación y tratan de obtener reparación por violaciones de derechos humanos. En el momento de su desaparición SomchaiNeelapaijit era presidente del Club de Abogados Musulmanes de Tailandia y vicepresidente del Comité de Derechos Humanos del Colegio de Abogados de Tailandia.
Se había quejado a las autoridades de las denuncias formuladas por cinco clientes suyos, que habían sido detenidos en relación con el robo de armas en un campamento del ejército. En las denuncias se afirmaba que la policía de la provincia de Narathiwat, en el sur de Tailandia, los había torturado para obtener una confesión, lo que incluyó propinarles golpes y patadas, aplicar descargas eléctricas a sus cuerpos, intentar asfixiarlos y orinar sobre ellos.
Tailandia firmó en enero de 2012 la Convención contra las Desaparaciones Forzadas, el marco legal internacional respecto a este crimen, aunque aún no la ha ratificado. Según la Convención, una desaparición forzada se define como » el arresto, la detención, el secuestro o cualquier otra forma de privación de libertad que sean obra de agentes del Estado o por personas o grupos de personas que actúan con la autorización, el apoyo o la aquiescencia del Estado, seguida de la negativa a reconocer dicha privación de libertad o del ocultamiento de la suerte o el paradero de la persona desaparecida, sustrayéndola a la protección de la ley».
«Pueden ser dos horas o unos días, pero es un crimen mientras haya una detención secreta», asegura AngkhanaNeelapaijit, la mujer de Somchai que tras su desaparición se convirtió en una de las principales activistas por los derechos humanos del país. «A diferencia de la mayoría de los crímenes que se cometen en un momento concreto, una desaparación forzada es un crimen continuo. Cada día que pasa el crimen se está cometiendo.»
La falta de este marco jurídico hizo que el caso de Somchai no pudiera ser juzgado por asesinato, a pesar de que varios agentes aseguraron que había pruebas de su muerte, y los cinco policías supuestamente implicados fueron procesados por robo y coerción. El pasado de diciembre el Tribunal Supremo de Tailandia absolvió a los policías de la desaparición de Somchai Neelapaijit.
Además de la falta de derechos humanos con estas desapariciones Tailandia es uno de los principales centros de trata de personas en Asia. Según un informe detallado, que realiza cada año el Departamento de Estado de Estados Unidos sobre la trata a nivel mundial, se calcula que decenas de miles de personas son víctimas cada año de la trata en Tailandia. Recibió la peor clasificación por ser fuente, destino y país de tránsito para hombres, mujeres y niños sometidos a trabajos forzados y tráfico sexual.
Jesús Berenguer Zamorano
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