Llegan a la gran pantalla española dos cintas biografícas de gran calidad, «Padre Poveda» y «La elección de Biagio». La primera producida y distribuida por la española «Goya Producciones» y la segunda por el italiano Pasquale Scimeca y Karma Films se podrán ver en marzo en los cines y plataformas de pago. Se consolida así la tendencia alcista de la industria del séptimo arte por la apuesta por el llamado «género espiritual».
Los aficionados al buen cine están de enhorabuena. Si ya es dificil econtrar buenos guiones y tramas interesantes, hacerlo por partida doble es motivo de sorpresa y celebración. La producción nacional se desmarca del eterno tópico de las dos españas enfrentadas por la guerra civil y nos propone pasar 110 minutos conociendo la vida del Santo Padre Poveda. Don José fue el primero de cinco hermanos aurgitanos, que desde pequeño mostró una inquietud sobresaliente por compartir lo que aprendía en el colegio con sus vecinos, los empobrecidos «brazeros» de la zona de las Cuevas de Guadix.
Pronto destacó en el arte de la educación y la docencia. El propio Enrique Herrera Oria escribiría en sus memorias «Traté al padre Poveda muy íntimamente. Piadoso, sencillo, humilde, profundo conocedor de los problemas educativos españoles, de gran celo y tacto para ejecutar (…). Era el hombre santo de las grandes y dificilísimas obras de apostolado».
La película arranca en 1884, cuando el protagonista recibe una beca para ingresar en el Seminario de Granada. A partir de ahí inicia un duro camino de lucha contra viento y marea, desafiando el orden establecido y los prejuicios de una sociedad inmovilista y decimonónica. La primera sopresa para el espectador llega cuando el sacerdote decide ir a vivir a las propias cuevas, lo que le grajea la admiración y el apoyo popular. El clímax sucede cuando se traslada a Oviedo para crear la primera escuela de formación de profesores cristianos laicos, hombres y mujeres, con el nombre de «Institución Teresiana». El Santo fue fusilado en Madrid el 28 de julio de 1936 y elevado a los altares por Juan Pablo II en 2003.
Por su parte, el largometraje italiano es un grito de libertad contra las ataduras del materialismo. «Antes lo tenía todo y nunca estaba feliz; ahora no tengo nada y estoy sereno», dice Conte, el protagonista al hacer balance de su decisión de vender todas sus posesiones y repartirlas entre los que no tienen. «Cuando me enteré de su existencia y lo que hizo, al principio no sabía si se trataba de un loco o de la persona más generosa que he conocido en mi vida, y decidí investigar; más tarde tuve que convencerle para que me dejase llevar su historia al cine. Le dije que su testimonio podría ayudar a muchos», apunta el director transalpino.
El eremita nació en una familia adinerada de la ciudad de Palermo en los años sesenta. Tras una vida muy fácil, al cumplir los veinticinco comenzó a descubrir que a dos manzanas de su calle la miseria se extendía como una plaga sin control.
Cinematrográficamente sorprende la habilidad narrativa del director en el contraste de la rapidez de los pasos del actor que busca agónicamente respuestas, con los planos fijos donde los niños juegan entre pilas de escombros y basura en los barrios marginales de la ciudad.
Más adelante vemos el paisaje completo entre montañas, pastores y perros e incluso llegamos a la ciudad de Asís que representa la culminación del viaje interior de Fra Biagio, en el que decide constituir su primera comunidad de laicos misioneros.
Manuel Barcina Alonso.