El reciente congreso del Partido Popular nos ha deparado una pequeña sorpresa: el mantenimiento en sus estatutos del humanismo cristiano… a pesar de haberse desentendido durante su anterior legislatura de mayoría absoluta, de cuantas leyes sociales heredadas del socialismo, prometió derogar. ¿A qué se debe esta incoherencia? No hace falta que la expliquen: el PP se ha limitado a seguir la corriente social. Según nos cuentan las estadísticas, la mitad de los españoles se consideran ateos o, simplemente, indiferentes ante el hecho religioso. ¿Y la otra mitad, es acaso católica y coherente con su fe o, más bien, está ya contaminada por el relativismo ambiental?
Por supuesto, no se puede generalizar. Hay de todo: desde creyentes “sólidos” a creyentes “light”, pasando por toda la gama que podamos imaginar. Importa más preguntarnos qué supone para el partido gobernante su inspiración en ese “humanismo cristiano” para fundamentar su acción política… haciéndola compatible con el liberalismo.
Entendámonos. El humanismo cristiano se define como una corriente de pensamiento que proyecta sobre la sociedad los valores cristianos definidos en el Nuevo Testamento y, de manera más concreta, en la Doctrina Social de la Iglesia.
En pocas palabras, hablamos de una apuesta por el bien común y de la construcción de un orden social justo, ético y solidario, a partir del respeto a la vida, la dignidad humana y la persona como ser libre y trascendente. Y recordemos, la DSI nace como consecuencia de la dura crítica que hizo el Papa León XIII del neoliberalismo y de los sofismas del socialismo. Así se empezó a construir la unión europea después de la II Guerra Mundial. Pero no estamos ni en el siglo XIX ni en el XX.
Hoy, el liberalismo y la socialdemocracia se dan la mano, con sus matices diferenciales que, en España, están salpicados de la sangre de una guerra civil, en muchos aspectos inconclusa a pesar de la Constitución de 1978. Admito que todo esto puede resultar demasiado simplificado: la historia no se condensa en un par de párrafos. Pero voy a lo que voy, con una pregunta también simple: ¿Quiere contentar el PP a un segmento determinado de supuestos electores con su mención al humanismo cristiano? Parece evidente, en la medida que ningún otro partido hace referencia a esa corriente de pensamiento que, en definitiva, considera a la persona como criatura divina. Pero no deja de ser una hipocresía.
Ahora bien, me pregunto en qué medida los supuestos electores católicos a los que el PP quiere atraer de nuevo (me refiero a los que ha perdido desde que prometió tantas cosas en las elecciones de 2011) están dispuestos a dejarse engañar o, al contrario, castigarlo de nuevo en las urnas. No lo sé, como es natural. Pero no creo equivocarme si afirmo que muchos de estos votantes prestan menos atención a los valores morales que entrañan el humanismo, entre ellos la libertad de enseñanza, que a otros de tipo social más temporal y más cotidiano como puedan ser el futuro de las pensiones, la mejora de la situación económica, la seguridad en el empleo, salariosmás elevados, etc. Claro, que de esto también se ocupan los socialistas, los liberales, los comunistas, los separatistas y el último partidillo que salga a la palestra. Pienso que, en realidad, el PP no pretende engañar a nadie, sino que, simplemente, se limita a no renunciar a una de sus viejas señas de identidad para no ahuyentar a quienes puedan sentirse huérfanos del todo en la vida pública.
El PP tiene claro que no puede moralizar la sociedad por mucho que pretenda combatir su propia corrupción, aunque algunos quisieran verlo, al menos, como un valladar contra la ofensiva laicista, cristalizada ahora en la ideología de género. Ja y ja… Ahí tenemos y paladines -y paladinas…- del PP enredados con las nuevas tendencias sociales que viven ya en la “posverdad”. Sin embargo, me parece más crudo todavía la deserción, por no decir apostasía, de buena parte de la sociedad que en un tiempo aparentó ser católica. Y de ello no puede culparse a los partidos, que no están para evangelizar precisamente. Esa es tarea de los que no hemos perdido la fe. Y seamos serios: cada cual es responsable de su propia corrupción. Apenas importa que el PP quiera engañar; lo importante es que no nos engañarnos a nosotros mismos como católicos.