Hay razones para estar indignado con Sánchez. Ni come ni deja comer. Pero cabe preguntarse si es racional su ”no” ponzoñoso a Rajoy, es decir, si lo puede razonar de manera que se entienda. Veamos: el argumento supremo de Sánchez es que no puede ni quiere avalar las “políticas de la derecha”, los cuatro años de mayoría absoluta del PP que el secretario general del PSOE resume como la legislatura de la prepotencia, de los recortes en sanidad y educación, de la austeridad innecesaria, de la desigualdad, de la reforma laboral…
Bien, ¿qué hubiera hecho el PSOE de haber continuado Zapatero al frente del Gobierno? Esa pregunta no se la han hecho todavía a Sánchez, cuando habla con desdén de Rajoy, aunque se le ha recordado mil veces que fue Zapatero quien pidió ayuda a Rajoy para introducir el artículo 135 de la Constitución destinado a garantizar los límites del déficit. Y quien congeló las pensiones, además de rebajar los salarios de los funcionarios. Sánchez se ha olvidado por completo: Los recortes empezaron con Zapatero y Rajoy los heredó junto con una economía de guerra.
Ya ha pagado Rajoy en las urnas son recortes, igual que Sánchez ha pagado las facturas de Zapatero. ¿No hay “mimbres” para que puedan entenderse si ambos partidos tan antagónicos se han visto obligados a hacer prácticamente lo mismo? Ya hemos visto que no. Lo asombroso es que Sánchez aspire todavía a una ”política de progreso” en alianza con Podemos y demás izquierdas separatistas. ¿Qué significaría esa supuesta alternativa?
Resulta obvio: aumentar el gasto público, subir los impuestos de todo tipo, especialmente a los más pudientes, tratar de convencer a Bruselas para que autorice un aumento del déficit y una demora de cinco a diez años en el pago de la deuda… Es decir, intentar lo que Tsipras intentó en Grecia y no pudo. ¿Para qué? En última instancia para forzar el rescate y lavarse las manos ante su electorado.
Es decir, echar la culpa de todo a Bruselas. Y, de paso, llevarse por delante a Angela Merkel e, incluso, amenazar con un Spainxit, la salida de España de la Unión Económica. Ese sería el “progreso”. Pero todo esto llevado paso a paso y señalando a Rajoy como el enemigo público número 1de la sociedad igualitaria.
O sea que el “no” de Sánchez va mucho más allá del odio personal que pueda sentir hacia Rajoy y de la repugnancia que dice tener hacia la corrupción, cuando su partido está pringado hasta las cejas, no solo en Andalucía. Sánchez quiere aniquilar a Rajoy, ya lo sabemos, pero, en realidad, quiere acabar con la “derecha”, quiere instaurar su propia “revolución permanente”, su propia Venezuela, su propio reto al orden económico…
Sánchez quiere, digámoslo de una vez, una especie de neomarxismo ilustrado, despojado de violencia porque ya no es necesaria: basta con dejar a los españoles, españolas y españolos sin el mnor vestigio de conciencia. Hoy resulta una tarea fácil. Es suficiente establecer como regla de conducta social la ideología de género, una tarea iniciada ya por Zapatero: acabar con la desigualdad biológica, con el orden natural… y con la Iglesia, claro Y diría algo más: culminar lo que han intentado sin éxito la filosofía y la ciencia a lo largo de los siglos. matar a Dios, el summun del progreso. Todo lo demás, incluida la absurda sesión de investidura, es puro teatro.