Esta semana hemos vivido la “vuelta al cole” en nuestro poblado. Kanzenze es una zona rural situada en la provincia de Lualaba, al sur de la República Democrática del Congo, cerca de la frontera con Zambia. Desde el año 2014, Manos Unidas apoya aquí proyectos de desarrollo integral, sobre todo en el campo de la educación, de la sanidad y de la promoción a través de la capacitación agrícola.
Manos Unidas está impulsando actualmente dos grandes proyectos educativos. Por una parte, la rehabilitación y ampliación de la Escuela Infantil y Primaria Mikuba y, por otro, la construcción del Instituto Uzima de Educación Secundaria, con una sección pedagógica y una técnica (Comercial y Gestión – Informática). Es… ¡emocionante!, ver a tantos niños y jóvenes camino de la escuela, en el patio, entrando en las aulas. Los pequeños, el primer día, lloraron un poco, como en todas partes del mundo; los niños estaban deseosos de contarse cosas, de jugar en el recreo, de saber quién será su profe este año; los más mayores, entraban en las aulas con el gozo que les da ir sintiéndose cada vez más ellos mismos. A mí me hecho especial ilusión ver a Anasthasie, Pascal, Savu, Landry y Dieu-Merci en 1º de Secundaria porque cuando yo llegué al poblado en 2009 tenían todos 4 años y empezaban el cole en Infantil. Los profes, que ya la semana pasada han estado preparando sus clases, están ahí. En un país en donde ser maestro no está nada bien pagado, están nuestros educadores aportando su valiosísima contribución a la misión de acompañar y formar a tantas personas. Como dice Malala, se puede sentir en el aire y el cielo azul de este rincón del corazón de África que “un niño, un maestro, un libro y un bolígrafo pueden cambiar el mundo”.
Sin embargo, hay aspectos muy interesantes de los proyectos de Manos Unidas que quizás no se captan a primera vista. Y yo los quiero compartir con vosotros. Se trata de proyectos en los que es siempre fundamental la demanda de la base, la participación de la población local, la integración de todos los agentes que constituyen el día a día del lugar en el que se realizan los proyectos. Por eso, siempre hay una aportación local en todos los proyectos: en la solicitud, en la exposición de los problemas, en el estudio de las posibles soluciones, en la realización y en la evaluación. Por ejemplo, las familias de los alumnos han contribuido en la fabricación de parte de los pupitres de la nueva escuela, con una aportación semestral aprobada por las familias en la Reunión General; y, en la Opción Comercial-Informática, aportan una cuota para el mantenimiento de la Sala y la renovación de los ordenadores. Y en la ejecución del proyecto, se crean muchísimos puestos de trabajo y se impulsa y diversifica la economía local.
Nuestros alumnos no se quedan de brazos cruzados. Durante las vacaciones, algunos han fabricado ladrillos; otros han cultivado; otros se han dedicado al pequeño comercio…, en los días previos al comienzo de curso, dos chavales me han ayudado en el proyecto de siembra de la artemisa; un grupo de chicas y chicos han ayudado a limpiar, decorar y poner a punto la escuela; un grupito de niñas colabora en el internado… con eso, ayudan a sus padres y pueden comprarse los uniformes, los cuadernos y pagar la inscripción. Y, además, a los niños y jóvenes les gusta apoyar, sentirse importantes, trabajar juntos por su escuela, a la que quieren como algo muy suyo. Tenemos un gobierno de alumnos – elegido democráticamente, con presidente, parlamento y ministros, y todos participan muy activamente en el día a día del colegio.
Nosotras formamos una pequeña comunidad de la Congregación Pureza de María, compuesta por tres hermanas congoleñas, una hermana nicaragüense y yo, que soy española. Nos ocupamos de un Hospital General de Referencia, una Escuela Infantil y Primaria, un Instituto de Educación Secundaria, un Internado de Chicas, un Internado de Chicos y de proyectos de pastoral y de desarrollo rural. Manos Unidas ayuda a que todos, autóctonos y misioneros venidos de otros países, trabajemos juntos, en comunión. Cuando se ama, me decía una vez una de mis hermanas congoleñas, ya no se mira el color. Por “color” no se entiende sólo el tinte de la piel, sino la manera de concebir el mundo, las cosas, de afrontar las dificultades… cuando se ama, no hay muros, sino puentes; cuando se ama, las dificultades se transformar en oportunidades; cuando se ama, se impulsa desde dentro, como el brotar de una semilla; cuando se ama, nadie queda fuera; cuando se ama, se capacita a las personas y se les ayuda a creer en sus posibilidades y en sus recursos.
Todo eso para decir, como escribe Alex Perry en su libro La gran grieta. El despertar de África, que “para vivir de verdad, has de creer que has creado tu propio futuro. Has de ser libre”. Y que Manos Unidas lo hace posible.
Manos Unidas le da muchísima importancia a la viabilidad y continuidad de los proyectos una vez ejecutados, porque lo importante no es sólo ni principalmente empezar cosas, sino continuarlas, para el bien de la gente, de la comunidad. Mi fundadora, Alberta Giménez, decía que debemos esparcir la semilla en un extenso campo para que dé por mucho tiempo un óptimo y provechoso fruto.
Manos Unidas hace un trabajo oculto, silencioso, de siembra, del que se recogen así bellísimos frutos, y que es y será compartido para un presente y un futuro mejor. Siempre me impresiona el inmenso trabajo, tantas veces en la sombra, de las Delegaciones esparcidas por toda España, y, también, el de los servicios centrales en la C./Barquillo nº. 38 en Madrid. Trabajan como el campesino que, en silencio, echa el grano en los surcos. Nos ayudan no sólo con el envío de fondos, sino en el estudio de las necesidades, en el proceso de elaboración del proyecto, en el seguimiento, en la evaluación a distancia y sobre el terreno. Siempre están ahí para lo que necesitamos. Y, sin embargo, el porcentaje dedicado a gastos administrativos con respecto al total general es pequeño y modesto.
Otro aspecto que quisiera destacar es la importancia que da Manos Unidas a la difusión de las noticias, a la educación para la solidaridad y el desarrollo y a la formación. Estamos en un mundo intercomunicado e interconectado, la red es un espacio que se habita, las noticias vuelan. Pero, en medio de esta marea de noticias, es importante fomentar el sentido crítico, poner un rostro y un nombre a las historias, saber discernir, situarse y, sobre todo, optar sobre qué lugar queremos tomar en este escenario humano. Y contar lo que, a veces, nadie o casi nadie cuenta. Podemos decidir si vemos dejar pasar de largo, como en una película o un anuncio, el drama de un 80% de la Humanidad que lucha simplemente por sobrevivir o si creemos en otro mundo posible y nos ponemos manos a la obra. Por eso, dedicar una pequeña parte de los fondos de una organización a este fin es provechoso, necesario y vital.
Manos Unidas es una ONG de la Iglesia Católica. El corazón de Manos Unidas se llama Jesús de Nazaret. Manos Unidas es un camino concreto para vivir las obras de misericordia. Es un camino de comunión, una manera de vivir la filiación y la fraternidad a la que Dios nos invita. El amor, cuando es verdadero, concreto, es imperfecto, pero ésa es, precisamente, la condición de su realidad y de su verdad. Sólo cuando lleguemos al cielo alcanzaremos la plenitud. Como dice el Papa Francisco en su exhortación La alegría del Evangelio (n.113):
“Esta salvación, que realiza Dios y anuncia gozosamente la Iglesia, es para todos, y Dios ha gestado un camino para unirse a cada uno de los seres humanos de todos los tiempos. Ha elegido convocarlos como pueblo y no como seres aislados. Nadie se salva solo, esto es, ni como individuo aislado ni por sus propias fuerzas. Dios nos atrae teniendo en cuenta la compleja trama de relaciones interpersonales que supone la vida en una comunidad humana”.
A través de la educación, África es la protagonista de su propio desarrollo. África se levanta con la dignidad de los hijos de Dios. Manos Unidas lo sabe y ha optado por ello, porque el hambre no se combate sólo con comida. La República Democrática del Congo, penúltimo país del mundo en el índice de desarrollo humano, se levantará. Nuestro país tiene un 80% de la población con menos de 20 años. Es un país joven, lleno de creatividad, inteligencia e iniciativas. Es un país rico en su tierra que todo el mundo llama “escándalo geológico”. Es verdad que ha vivido una de las peores colonizaciones de la historia. Es verdad que lleva sobre sí un cuerpo-dolor inmenso. Es verdad que el panorama político (elecciones presidenciales en diciembre) y social es muy inestable. Es verdad que es escenario de luchas mortales por intereses creados. Es verdad que, sobre todo en el Este, la guerra se libra en el vientre de las mujeres. Es verdad que hay una explotación infantil elevadísima. Es verdad que la libertad de expresión se ve continuamente amenazada. Es verdad que la tierra de nuestro país es roja no sólo por su formación geológica, sino por la sangre vertida de este pueblo que ha padecido, y sufre, y lucha, en sus héroes anónimos, en tantos inconformistas y en sus mártires. Es verdad que tiene retos dificilísimos que afrontar. Es verdad que, como decía San Juan Pablo II, estamos llamados a implicarnos hasta pagar con el precio de nuestra propia vida, si fuera necesario. Pero la República Democrática del Congo, como muchos otros países de África, se levantará. Y cuando se levante, será imparable.
El profeta Isaías lo dijo hace muchos siglos: “mirad que realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis?” (Is.43,19). Y se nota en “la vuelta al cole”.
