Me ha llamado mucho la atención esa frase de la última carta del P. Jacques, asesinado el 26 de julio en Normandía, a los feligreses de su parroquia.
Precisamente cuando tuvo lugar este hecho horrendo, estaba pasando unos días en el Santuario de Lluc, en las montañas de Mallorca, en la Serra de Tramuntana. Un lugar que es patrimonio mundial por su belleza única y que canta en silencio la grandeza de Dios. Allí, desde la Edad Media, existe una fuerte veneración a María, la Madre de Dios. Por todo ello, es un lugar privilegiado de oración, en el que una se siente especialmente acogida bajo el manto de María.
La tarde del lunes que precedió al asesinato del P. Jacques, volvía de una excursión, sola, por la montaña. Hay al llegar al Santuario una fuente, llamada Sa Font Cuberta. Dicha fuente fue cedida en el s. XIV para que los peregrinos se proveyeran de agua. Tiene una inscripción muy bonita, que data de 1905, y que recuerda a María que ofrece a todos el Agua Viva que es Jesús. A esa fuente estuve yendo cada día, al empezar cada excursión y al terminarla, para llenar mi botellita de agua fresca y buena. Y todos los días me llamó la atención cómo va la gente a llenar garrafas y garrafas para abastecerse de agua. Entre los que van, no vi faltar ni un solo día a musulmanes. Pues bien, en la tarde del lunes un musulmán estaba llenando sus garrafas, acompañado de sus hijos y de su esposa. Cuando vio que yo me acercaba con mi pequeña botellita, me sonrió y, sin que yo le dijera nada, me cedió el lugar para que no tuviera que esperar. Y después me despidió con otra sonrisa.
Mallorca es una tierra en la que durante muchos siglos vivieron nuestros hermanos musulmanes, y en la que existen preciosos y numerosas huellas de su presencia. Por citar sólo dos ejemplos, partiendo del Santuario de Lluc, se puede hacer una preciosa excursión a las fincas de Menut y Binifaldó, que en su etimología árabe (Beni Haldun) significa “los hijos de Haldún” y que debe su nombre a una antigua alquería islámica. Es la tierra de origen de Ramón Llull, tan conocido por su amor a los musulmanes y por su deseo de diálogo con ellos.
El mundo actual, hecho de conexiones, de intercambios, de nuevas posibilidades, nos ofrece una oportunidad única de diálogo. Eso tan bonito que jóvenes de diferentes razas, lenguas y culturas están testimoniando en la Jornada Mundial de la Juventud 2016 en Cracovia. No hace mucho, escuché (gracias a Internet, precioso puente de comunicación) una conferencia del sacerdote Pablo d’Ors sobre Charles de Foucauld. Al hablar de la vida de este gran hombre (que podéis profundizar en el libro El olvido de sí, de dicho autor), señalaba lo importante que había sido para él la amistad con los tuaregs y el descubrimiento de que la verdad no se transmite por proselitismo sino por contagio. Porque la fe no es un “lote” de cosas que se compran en un supermercado, o que se imponen, la fe es entrar en esa experiencia de ser conocido y amado por Dios que es eternidad (no recuerdo la referencia exacta, pero a ello aludía el entonces Card. Ratzinger comentando a J. Pieper). La vida de Dios, como decía el Papa Francisco en la Misa en Czestochowa, se transmite “por irradiación positiva, a través de la transparencia de vida”.
Todo esto me lleva a volver sobre las palabras del Papa dirigidas a los periodistas en el vuelo a Cracovia. No estamos en una “guerra de religión”, sino en una guerra. El Daesh quiere una “guerra de religión”, una “cruzada”, aunque en el fondo, creo que lo que menos les importa es Dios y el Islam. Es más, creo que no les importa absolutamente nada. Recuerdo que hace unas semanas, por Youtube, pude ver una entrevista que le hicieron al P.Douglas, un sacerdote iraquí secuestrado durante nueve días por el Daesh. El testimonio es impresionante y, en medio de todo, hubo algo que me llamó mucho la atención: sus secuestradores, por la noche, ponían la radio a toda voz para hacer ver que estaban rezando con El Corán, y mientras tanto se emborrachaban, le torturaban, se daban a otra vida… y también, que muchos de ellos eran gente sin formación, sin estudios, maltratada por la vida, desorientados desde su infancia. Esta es una Tercera Guerra Mundial, tejida de intereses económicos, de comercio de armas, de flagrantes desigualdades, de complejos entresijos que tejemos los humanos cuando hacemos mal uso de nuestra libertad. Cada vez que los terroristas gritan “Allah Akbar” (que no significa “Dios es grande” sino “el Dios siempre mayor”) cuando en todas partes del mundo degüellan, queman vivas a las personas, expulsan a la gente de sus casas, se dedican a lanzar comunicados amenazantes y otras de sus muchas estrategias de terror, no hacen más que callarlo, reducirlo, contar todo lo que, precisamente, Dios no es. No son musulmanes ni son creyentes, son terroristas, y lo suyo es la irradiación negativa y opacidad de vida. Daesh no tiene nada que ver con Dios, sino más bien con el horror de Auschwitz y Birkenau que hemos recordado con la visita que ha hecho el Papa a los dos campos de concentración. Daesh sólo habla de muerte, y Dios es el Dios de la vida.
En la introducción a su libro Si esto es un hombre (el primero de una trilogía), Primo Levi coloca un poema de reminiscencias hebreas, en el que nos invita a preguntarnos “si esto es un hombre”, cuando a ese hombre se le ha querido despojar de toda su dignidad, y se la he hecho trabajar en el lodo, luchar por medio pan, morir por un sí o por un no, tener la mirada vacía como una rana en invierno… es un poema brutal, en el que él nos interpela: “piensen que esto ocurrió”. Y sigue ocurriendo, hoy. En los dos lados de la valla… sí, porque como decía Etty Hillesum, una gran mujer judía asesinada en el campo de Auschwitz, se puede ser prisionero de uno u otro lado de la valla. Y al igual que se puede ser prisionero, en el fondo de los fondos, hay seres humanos en uno y en otro lado. Ante los episodios tan terribles que oímos todos los días, creo que nos viene de forma inevitable la pregunta de Primo Levi: ¿es esto un hombre? ¿son personas quienes degollaron el otro día al P. Jacques? ¿son seres humanos quienes desprecian de esta forma la vida en Camerún, Nigeria, Siria, Irak, Somalia, Sudán del Sur, Francia…? Hace poco, me impactó mucho un tweet de Xavier Aldekoa en el que decía que después de entrevistar durante tres horas a un ex-niño soldado que había torturado, violado y asesinado, se iba con la extraña sensación de que ese ex-niño soldado podía ser una buena persona. A mí lo único que me nace es considerar lo que dice Ulises a sus hombres, que no nacimos para vivir como bestias; y porque no nacimos para vivir como bestias, la adoración de Dios es lo que nos salva y nos empuja a vivir desde las dos coordenadas que nos hace ser lo que de verdad somos: la filiación y la fraternidad. Permanezcamos firmes en la fe, con la ayuda de Dios, para confesar, en medio de toda esta barbarie, que Dios es Padre Nuestro y que deseamos Su Reino; que queremos perdonar porque también nosotros somos perdonados; que necesitamos Su Gracia para no caer en la tentación y no ceder al mal. Una vez nos dijo Juan Pablo II que no depende de nosotros elegir unas circunstancias externas u otras, pero sí el amor con que las vivimos y, como decía Edith Stein, “se necesita orar mucho para permanecer fiel en cada situación”. Y agradezcamos tantos testimonios hermosos de gente que ayer y hoy ha dado y da su vida por los demás.
Ojalá, siguiendo la invitación del P. Jacques, podamos en estos momentos, que tanto nos interpelan, “entender la invitación de Dios a cuidar de este mundo, a hacer de él, allí donde vivamos, un mundo más cálido, más humano, más fraterno (…) Un momento para vivir algo juntos. Un momento para cuidar de los otros, sean quienes sean (…) atentos a lo que pasará en nuestro mundo en este momento. Recemos por los que más lo necesitan, por la paz” y “hagamos que nuestro corazón esté atento a las cosas hermosas”. Como dice la protagonista de la película Grbavica. El secreto de Esma, que no se nos olviden tantas cosas bonitas que existen en el mundo.
Y que María, Reina de la Paz, ruegue por nosotros.
