¡Hola, amigos!
¿Cómo va todo?
Quiero compartir con vosotros mis primeras impresiones antes de regresar a Kanzenze (mañana a las 08:00 cojo el bus de línea).
La partida, como os podéis imaginar, estuvo llena de emociones. Fue un regalo para mí poder pasar en esos últimos días algunos ratos más largos con Jesús Sacramentado en la Adoración, ya que son siempre momentos intensos. Cada viaje tiene su matiz, y yo siempre acuso los nervios propios del trajín de las cosas externas (maletas, desplazamientos…) y la emoción de las internas… el nudo en el estómago y la última cena y comida que, a pesar de estar tan ricas, ya no pasaron tan bien (je, je, je…). Pero fue bello compartirlas en amistad. La vocación misionera supone siempre un salto, un camino hondo y adentro… para mí, ha sido bonito en estos últimos días, confiarme una y otra vez a la protección maternal de María. En mi vida muchas veces experimento la fragilidad y la pequeñez… y la ternura de Dios. Eso vale todo. Una misionera es una persona pequeña, frágil y pecadora, a la que Dios llama para que quede claro que esa fuerza que necesitamos para vivir viene de Dios y no de nosotros.
El primer vuelo (Madrid-Addis Abeba) fue muy bien, y el segundo (Addis Abeba-Lubumbashi) también, aunque un poco más movido por el viento. Me sentía muuuuyyyyy cansada pero fue un don el viaje en sí, para poder ir “procesándolo” todo, “rumiándolo” en el corazón. Llegué ayer a las 13:00: pasaportes, maletas… alguna “discusión” (en el fondo cordial) con la policía del aeropuerto para que no me abrieran el equipaje y a las 14:30 ya estaba en casa. Me hizo mucha ilusión al bajar del avión que una de las chicas del aeropuerto – que ya me conoce de otras veces, me diera una alegre bienvenida y un abrazo. Hay algo en África, hecho de cariño y acogida, que te hace sentir enseguida en casa. Y luego el calor, el olor, el sol, el aire… todo tiene otro sabor aquí. Ni qué decir que también fue una alegría grande encontrarme en la comunidad de Lubumbashi, en la que somos en este momento un “mix” de Lubumbashi, Kafakumba, Kanzenze y Ngovayang (Camerún). Hay momentos – como ayer, en los que Dios me da a sentir la belleza y el amor de la vida entregada de mis hermanas, y eso me da paz y alegría y me anima a seguir adelante.
Sacar algunas cosas de las maletas, orar con las hermanas, cenar y… ¡a dormir prontito! Porque estaba K.O. Y Dios me ha regalado poder dormir ¡casi 10 horas!
Esta mañana, a las 07:15, he tenido un encuentro con Oekumene para un tema de proyectos. Luego he ido al banco a cambiar el dinero… un poco de trajín administrativo, pero ha ido bien. Con todo lo que habéis aportado, vamos a conseguir llevar a cabo:
– El proyecto “Un pequeño comercio crea futuro”.
– Mejorar las instalaciones del Internado de Chicos.
– Ayudar a una familia.
– Hacer un pozo.
– Becas.
– Refuerzo de la sección Comercial-Informática.
A finales de año, tendréis un informe detallado. Además, hay varios proyectos en marcha, que podréis ver cuando estén completos, y en los que están colaborando Manos Unidas, la Fundación Roviralta, África Directo, La Caixa… ¡gracias a todos!
Después de eso, he hecho algunas compras (no muchas, porque ya preparamos el material en junio) y recados para la Escuela.
Después, he ido a ver a una familia amiga (aquella del post “Tres en la carretera”). ¡Ha sido una alegría enorme el encuentro! Me ha llamado la atención al llegar que había una persona más en la casa. Mamá Mado y Papá Elie nos han contado que se trata de un enfermo psíquico. Apareció el otro día por el “barrio” (por su zona) y la gente que le pegó, le atacó… no sabían quién era y bueno… esas cosas a veces pasan. Ellos, sin conocerlo de nada, lo acogieron. Le lavaron, Papá Elie le dio ropa suya, le dieron de comer y le curaron las heridas. Y ahí está, viviendo con ellos, comiendo con ellos… ¿no os parece que es una versión de la parábola del Buen Samaritano en estado puro? Y en su pobreza, me han regalado un saco de carbón.
Me ha alegrado mucho saber que con los 200 $ que tuvieron para empezar un microcrédito en el mes de junio, han sacado 120 $ de beneficios, y ya han inscrito a 6 de sus hijos en la escuela (los dos que quedan son aún muy pequeños). Y están trabajando para mejorar su casa, de una sola habitación, hecha de adobe y de un techo que con las primeras lluvias está en riesgo de romperse. Son gente alegre, luchadora y… ¡cómo quieren a sus hijos! Con esas ayudas (100 $, 200 $) se puede hacer tanto!!!! ¿os animáis?
(Entre paréntesis, Kanzenze lleva dos meses sin luz, y parece que la cosa va para largo, porque hay una avería en el transformador central. Por eso, en el Internado, necesitamos una ayuda urgente de 1 000 $ para poder instalar una batería y un panel solar que alimente la sala de estudio y los dos dormitorios).
Luego he ido a ver a otra familia amiga, la de M. Lucien. Quería darme la bienvenida y me han regalado una caja de uvas y una botella de vino tinto… eso es un auténtico lujo aquí. He disfrutado de estar con ellos, y de ver a todas las niñas. A mí me ha hecho mucha ilusión poder darles los regalitos que les he traído de España. Dani, el pequeño, estaba durmiendo.
Después he regresado a casa y he ido con una hermana a Misa de 17:30 a la parroquia de los Salesianos. ¡Con qué alegría se vive la Eucaristía aquí! Ha sido un regalo, con uno especial de Dios, y es que en el ofertorio han cantado una de mis canciones favoritas: “Miminajuka, Bwana, ku kutolea sadaka” (“Vengo, Señor, a traerte mi ofrenda”).
En la cena, sesión especial de cine por ser sábado, y hemos visto (en francés) la peli “Wadjda” que me ha encantado. Os la recomiendo. He traído varias pelis que nos van a ayudar para los cine-fórums y actividades de la Escuela.
Para terminar, recoger el día con Jesús. Como me decía hace unos días una amiga consagrada, “si Jesús me pide el corazón, yo se lo doy”. Y ése es el “secreto” de la vida misionera.
Y no quería dejar de poneros estas letras, que es un modo de agradeceros estos dos meses pasados en España y de compartir la alegría de estar de nuevo aquí, en las manos de Dios. Estas primeras semanas van a ser especialmente intensas por el comienzo de curso, pero lo más bonito es que ayudándonos unos a otros siempre salimos adelante. Y la gente siempre ahí, luchando, con su vida dura (durísima) pero con ganas de vivir.
Un abrazo grande y mi oración. Cuento con las vuestras, porque lo necesitamos.
ushindi
